
Carta estremecida e inútil al ministro del Interior
Darío Mollá. Sr Ministro, hace unos días asistía al concierto de Navidad de un magnífico coro. El concierto acababa con aquello del “Noche de paz” y del “Adeste fideles” que, seguramente, Vd. como yo habrá escuchado y cantado, incluso con emoción, más de una vez. Al llegar a mi habitación, he visto la prensa. Y una noticia me ha estremecido: tres bebés ahogados en una patera en el Estrecho. ¡Tres bebés!.
Sé que esta carta es inútil, absolutamente inútil. Vd. no la va a leer. Y si alguien de su servicio de prensa se la hace llegar, la considerará con desprecio: “bueno sí, otra de los curas” “y además de los jesuitas, que ya se sabe…”. No sé qué les dan de beber a Vds. cuando acceden a determinados cargos que les hace insensibles al sufrimiento de la gente. Una carta, que, además de estremecida, es inútil para Vd. y sin embargo, necesaria para mí.
Inevitablemente me han venido al corazón aquellas palabras del Evangelio que escucharemos estos días de Navidad: “No había lugar para ellos…”. En esta España nuestra, no había lugar para ellos, para tres bebés… No sé, Sr. Ministro, si Vd. y yo leemos el mismo Evangelio… Se me hace duro pensar que sí… Ese Evangelio me impide juzgar a nadie, incluso a Vd, pero creáme que me resulta duro y difícil no hacerlo.
¿Y lo que dice el Papa sobre el tema? Bueno, yo no creo que a Vds. les interese mucho lo que diga este Papa; es más, creo que incluso les molesta… Bueno, tampoco a mí me interesa nada lo que dice un tal Sr. Jean Claude Juncker, ese señor de oscuro pasado, que dictamina él, y quienes con él deciden, lo que Europa debe hacer o no con quienes se acercan a ella.
Hablan Vds. de que estas son las Navidades de la “recuperación”. ¿Recuperación de qué y para quién? Mire, a mí me gustaría que recuperáramos la humanidad que hemos perdido y que vamos perdiendo día a día. Y, sinceramente, esa recuperación no la veo asomar por ninguna parte.
Una última cosa. Hablemos de dignidad. Esos tres bebés, y los que han muerto con ellos, y los que no han muerto pero serán devueltos a sus países, o a no se sabe dónde y en qué condiciones, han perdido la vida, pero no la dignidad. Nosotros, los de aquí, cada vez nos comportamos de un modo más indigno.
Ilustración de Pilar Puyana
Una carta magnífica. Tan se val que no la llegeixi el ministre, ens és útil a molts. Perquè, si sortíssim al carrer a manifestar-nos, si cridéssim -una i mil vegades- vergonya! com va fer el Papa, encara que no ens volguessin escoltar, potser ens haurien d’escoltar. I no, no fem res. I com diu vostè, som col·laboradors, i això ens fa indignes.