Saúl Pérez MartínezEl 14 de junio de 2014 se cumplió el 1er trimestre de la presentación pública del Gesto Diocesano Solidario contra la exclusión residencial y la pobreza energética en Zaragoza. Este Gesto que busca la transformación social se ha materializado en un convenio firmado entre la Archidiócesis de Zaragoza y la Sociedad Municipal Zaragoza Vivienda. El convenio ha permitido, en estos tres meses, recoger y destinar ayudas económicas provenientes de aportaciones solidarias a familias en situación de exclusión residencial por un importe superior a 15.000 euros, la cesión de 5 viviendas de propietarios particulares al Gesto para destinarlos a alquileres sociales reducidos, intervenir y acompañar socialmente a 15 familias y crear un equipo compuesto por más de 20 personas voluntarias. A ello hay que añadir que la Coordinadora del Gesto Diocesano Solidario ha conseguido trabajar en estrecha colaboración y comunión con las entidades que se han ido sumando a ella: Cáritas, Manos Unidas, Delegaciones Diocesanas (Pastoral Obrera, Pastoral Juvenil, Pastoral Penitenciaria, Enseñanza y Apostolado Seglar), Consejo de Acción Católica y movimientos apostólicos (JOC, HOAC, Profesionales Cristianos, Movimiento Rural Cristiano y Acción Católica General), órdenes religiosas (Jesuitas-Centro Pignatelli, Hermanas da la Caridad de Santa Ana, Itaka-Escolapios).

Historia

Hace seis años se ponía en marcha una iniciativa denominada “Gesto Diocesano Solidario contra la Crisis”. El Gesto consistía en un acto, precedido de un trabajo y reflexión, que cada curso pretendía sensibilizar en nuestra diócesis sobre algunas de las consecuencias de la crisis. Han pretendido ser gestos constructivos y transformadores, que nos pusieran en camino y trabajo para la búsqueda de alternativas concretas que den respuesta a las situaciones de carencia o necesidad de nuestro entorno. En particular, impulsando y apoyando proyectos comunitarios de implicación y de transformación.

El curso 2012-2013 el V Gesto Diocesano Solidario tuvo por lema “Primero, los últimos”. Un lema que sirvió para contemplar y escuchar testimonios de personas víctimas de esta crisis. Desde la Coordinadora del Gesto Diocesano decidimos entonces dar continuidad al Gesto, adoptando un compromiso concreto, con la intención de que fuera una ayuda y un apoyo a los últimos y que pudiera servir al mismo tiempo para sensibilizar e implicar al mayor número de personas de nuestra diócesis ante uno de los problemas que más está preocupando a la sociedad por las terribles consecuencias que supone para las personas y familias que lo sufren: el drama de los desahucios, la exclusión residencial y la pobreza energética.

El por qué de este gesto

Durante los sucesivos Gestos Diocesanos Solidarios de los últimos años ha quedado constancia de un hecho: la crisis económica ha provocado que millones de personas hayan perdido su trabajo y miles de familias su vivienda. Ya eran muchas las personas sin hogar. Pero ahora muchas otras familias han tenido que suspender el pago de sus hipotecas o no pueden hacer frente a los alquileres o los pagos por los suministros básicos como la luz, el gas o el agua. Las cifras de familias que lo han perdido todo, víctimas de los desahucios, son pavorosas.

La crisis ha impedido acceder a una vivienda a cientos de miles de personas y ha dado lugar a más de 400.000 ejecuciones hipotecarias en estos años en España. En la provincia de Zaragoza, por su parte, solo durante el último año se produjeron más de 1.200 desahucios, lo que supone una media de 3 o 4 lanzamientos diarios. Situación que puede agravarse pues, desde el inicio de la crisis, el acceso al Ingreso Aragonés de Inserción (IAI) se ha convertido, por la vía de los hechos, en una interminable carrera de obstáculos para sus solicitantes. Y, desgraciadamente, ahora se plantea su reforma para limitar y reducir más este recurso último que permite a cubrir las necesidades más básicas, especialmente la vivienda, a las familias más empobrecidas.

El Papa Francisco, después del rezo del Ángelus del domingo 22 de diciembre de 2013, decía: “Hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca han tenido o porque la han perdido por diferentes motivos. ¡Familia y vivienda van de la mano! Es muy difícil para una familia salir adelante sin una casa en la que vivir”.

Hace unos meses, en el mismo día que presentábamos en el Centro Pignatelli de Zaragoza el Gesto Diocesano, Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla, afirmaba durante la ponencia inaugural del I Congreso sobre vivienda social que “en las actuales circunstancias socioeconómicas, la Iglesia y los cristianos, junto a otras instancias de la sociedad civil, debemos ser venero de esperanza para tantas familias que han perdido su vivienda o que ni siquiera han podido acceder a ella. Su clamor debe golpear nuestras conciencias y espolear nuestra generosidad y nuestro compromiso. Sin una casa, sin un hogar, los derechos fundamentales de la persona no encuentran desarrollo ni garantía” (Sevilla, 14/03/2014).

La presentación pública del compromiso adoptado tras el V Gesto Diocesano Solidario, y materializado en el convenio anteriormente citado, cumple ahora su primer trimestre de recorrido. Y nació precisamente con esa pretensión. La colaboración entre la Iglesia y los cristianos con instancias de la sociedad civil para apoyar políticas públicas a favor y al servicio de las personas y familias que han perdido su vivienda o tienen amenazada su situación residencial.

El tema de la vivienda forma parte de la llamada cuestión social, sobre la que la Iglesia viene reflexionando desde la encíclica Rerum novarum de Leon XIII, a final del siglo XIX, hasta la exhortación apostolica Evangelii gaudium del Papa Francisco, que entienden la vivienda como un derecho específico de la persona y como un aspecto clave del derecho a una vida humanamente digna.

Hacemos nuestras las palabras de Monseñor Asenjo, que finalizaba su discurso inaugural señalando que “el liberalismo desenfrenado y sin entrañas ha conducido al dolor y a la exclusión social de miles de familias, generando situaciones de marginación y pobreza”. Apelaba por ello a que, “ante el clamor de los pobres, debemos seguir poniéndonos manos a la obra, nunca mejor dicho, sin demora, sin excusas, con entusiasmo, sin dejarnos arrastrar por el pesimismo, con la noble ambición de construir un mundo más justo, humano y fraterno, tal como Dios lo soñó, lo que sin duda comienza por tener una vivienda digna para todos”. (+Juan José Asenjo, 14/03/2014).

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Imagen extraída de: Público.es

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