J. I. González Faus. [La Vanguardia] Es conocida la definición de Tanqueray: la hipocresía “un homenaje del vicio a la virtud”. La pobre virtud siempre maltratada, es homenajeada al final por los mismos que la pisotean. Como está lejos de nosotros y nos afecta menos, vale la pena evocar a toro pasado, cuántos homenajes de ese tipo recibió Nelson Mandela en la hora de su muerte. Triste pero a la vez aleccionador, si es que queremos aprender esas lecciones…
Dejemos el triste espectáculo de su familia peleándose por el legado de Madiva, que le hubiera resultado más duro que los 27 años de cárcel. Miremos al presidente actual de Sudáfrica, con su vivienda de 14 millones y la prohibición a los periodistas de fotografiarla, algo que haría salir los colores a la cara del cadáver de Mandela. Recordemos a otro presidente que hizo discursos contra la incoherencia de muchos políticos allí presentes, sin mencionar siquiera que él había incumplido su promesa electoral de cerrar Guantánamo donde llevan años sin juicio presuntos terroristas, comprados a veces a buen precio al gobierno de Pakistán. ¿Qué autoridad moral tenía para hablar así? Si, como se dice, han sido los políticos de su país quienes le impidieron cumplir aquella promesa, debió haber denunciado entonces a esos políticos para no resultar él incoherente. En buena parte, los homenajes a Mandela fueron homenajes del vicio a la virtud y no del discípulo al maestro a quien se quiere seguir.
Eso me permite imaginar otro sueño a lo Luther King. En él sucede que al profeta bíblico Natán (el que desenmascaró a David) le toca dirigir una sesión de “cinefórum” sobre la película Doce años de esclavitud, ganadora del Oscar este año. A esa sesión asistían, entre otros, nuestro presidente del gobierno, los ministros Montoro y De Guindos junto con directores de todos los bancos europeos y de algunas multinacionales españolas. La película no es recomendable para sensibilidades normales, aunque sea tan real como la vida misma. Cuentan que la pobre Soraya se desmayaba al verla pero no sé si eso es cierto. Lo que sí se veía en nuestro sueño es que, al comenzar el diálogo tras la película, todos se hacían cruces de la ceguera de aquellos negreros de 1814, que se sentían con pleno derecho a comprar esclavos, poseerlos, maltratarlos, violar a sus mujeres, azotarlos o humillarlos haciendo que se azotaran entre sí…, simplemente porque ellos habían comprado esos esclavos, y eran propiedad suya. Y encima leyéndoles frases bíblicas sacadas de contexto.
Pues bien: dice nuestro sueño que, al llegar a este punto, el profeta Natán exclamó en voz alta lo mismo que antaño le dijera a David: “esos hombres sois vosotros” (cf. 2 Sam 11,7). Los asistentes a la proyección se indignaron y querían maltratar o abrir un proceso al profeta por difamación. Pero Natán continuó: “sois tan ciegos como aquellos negreros de 1814. Hacia el año 2200 quizá se hará otra película sobre la crisis económica del 2008, y en ella apareceréis vosotros convencidos de que teníais razón para recortar a los ciudadanos derechos de salud, de vivienda, de salario justo, de acceso a la educación y a la cultura, haciendo pagar a los más débiles la mayor parte de los sacrificios que la crisis exigía, y todos los errores e inmoralidades cometidas por los más fuertes. Y encima pretendiendo que ésa era vuestra obligación y el camino para sacar al país de la crisis. ¡También a comienzos del s. XIX la economía de los estados norteamericanos del Sur era más boyante y competitiva que la del Norte!: porque, gracias al trabajo gratuito de los esclavos, el algodón y la caña de azúcar eran mucho más baratos en los mercados. Pero la pregunta última no era si la economía iba mejor, sino si los medios para conseguir esos éxitos eran morales y se justificaban sólo por los buenos resultados económicos al margen de toda consideración ética y humana. Por eso os digo: aquellos negreros de antaño sois hoy vosotros”.
Algo de eso podrá decir esa película del año 2200 anunciada por el profeta bíblico. Ello demostrará que la conciencia de la humanidad progresa, aunque no siempre progresen muchos individuos concretos. Porque, para terminar, cuando estaba acabando este artículo murió Adolfo Suárez. Y entre tantos elogios de gentes que antaño le habían hecho la vida imposible, aparecen otras dos manchas: la de un President que pretendía capitalizarlo para su causa sin ningún respeto al duelo, y olvidando que Suárez luchó por hacer su revolución dentro de una legalidad mucho más hostil y sin amenazas de actuar por su cuenta. Y la de otro Presidente que le ensalzaba como “artífice del encuentro entre los españoles” cuando, en mi pobre opinión, quien así hablaba ha sido uno de los grandes artífices del desencuentro entre los españoles, junto al antiguo Presidente de su mismo partido…
Pero bueno: al final es el vicio quien, sin quererlo, acaba rindiendo homenaje la virtud, aunque sea pretendiendo manipularla. Nos queda al menos ese consuelo.
Imagen extraída de: Reeditor
Desde el más absoluto cariño y respeto que le tengo a José Ignacio y, a pesar de estar de acuerdo con casi todo lo dicho en el presente artículo, hay algo con lo que no puedo transigir aunque soy consciente de que habrá mucha gente que no esté de acuerdo conmigo: el elogio a la figura de Adolfo Suárez.
Quizás sea una cuestión generacional o tenga más que ver con el compromiso férreo con aquellos y aquellas a las que personajes como Adolfo Suárez les negaron la reparación y el reconocimiento por los crímenes cometidos durante el franquismo. Y sin reparación, la reconciliación tras un conflicto armado y una dictadura de 39 años, es una mera ilusión.
Colocar en la misma frase «Adolfo Suárez» y «revolución», más que un oxímoron, me parece una falta de respeto a la memoria histórica, igual que lo fue ver durante toooooda la semana posterior a la muerte del ex presidente cómo se alaba a personas que lo único que hicieron fue cambiar de chaqueta (con mucha habilidad, no lo niego) y construir una democracia de cartón piedra (o como dice Pere Casaldàliga, una «democradura») sin memoria histórica, sin pedir perdón, sin reparación para las/os represaliadas/os… Por mucho que pongan la Transición en un altar, ya va siendo hora de que se empiece a sacar fuera todo lo que escondieron debajo de la alfombra. Porque a mí esta democracia y aquella Transición me recuerdan más bien a aquellas estrofas de Ismael Serrano del «Papá Cuéntame otra vez»:
«Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada
y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada,
al final de la partida no pudisteis hacer nada,
y bajo los adoquines no había arena de playa.
Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba
se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas,
y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias,
pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza».
A pesar de todo, sigo creyendo que hay esperanza para la transformación social, siempre y cuando no nos absorba el olvido: http://lalentevioleta.wordpress.com/2014/03/24/contra-el-olvido-y-la-amnesia-obligatoria/
Por todo lo demás, como siempre, gracias, José Ignacio.
Comentaré solamente la parte que se refiere al Presidente de los EE UU, donde resido. “Recordemos a otro presidente que hizo discursos contra la incoherencia de muchos políticos allí presentes, sin mencionar siquiera que él había incumplido su promesa electoral de cerrar Guantánamo donde llevan años sin juicio presuntos terroristas, comprados a veces a buen precio al gobierno de Pakistán. ¿Qué autoridad moral tenía para hablar así? Si, como se dice, han sido los políticos de su país quienes le impidieron cumplir aquella promesa, debió haber denunciado entonces a esos políticos para no resultar él incoherente”.
Presumo que se refiere al actual Presidente B. Obama, porque Bush nunca trató de cerrar el campo carcelario o de detención que abrió en Guantánamo.
Comienzo por aclarar que yo no ejerzo el derecho de votar en ninguna de las elecciones que ocurren en los EE UU aunque sea ciudadano. Me consta que sea inútil porque la Democracia Representativa es por definición oligárquica. No importa quien llegue a la cúspide del poder político, nadie puede gobernar sin comprometerse táctica o estratégicamente con un mínimo de hipocresía ética o al menos, nadie ha podido lograrlo hasta ahora, incluyendo a Nelson Mandela y al Papa Francisco.
No creo en la validez ética del llamado “Principio del Doble Efecto”. Por tanto prefiero no elegir para no elegir un candidato de todas formas corrupto. Elijo asumir las consecuencias y, personalmente, alimento el deseo de seguir a Jesús y me esfuerzo por lograrlo, no pocas veces renunciando a buscar mi propia conveniencia y no en nombre de mi coherencia, sino de la obligación de tratar de “en todo servir y amar”.
Respeto tremendamente al P. González Faus, pero me permito los siguientes dos comentarios.
1. No puedo creer que el P. ignore que sea conocimiento común que ningún político pueda cumplir todo lo que promete y, consecuentemente, nadie debe esperarlo. La gestión política es pura negociación comercial en el más auténtico sentido de la palabra de mucho antes de Maquiavelo. La prisión de Guantánamo no ha podido ser cerrada por múltiples razones. Por ejemplo La Cámara de Representantes estadounidense rechazó el jueves 22 de mayo de 2014 por 247 votos contra 177, un proyecto de legislación que pretendía autorizar al presidente Barack Obama, el cierre de la ilegal cárcel en la base naval de Guantánamo. En los últimos 7 años ni un solo Estado de la Unión que ha aceptado la relocalización en su territorio de algunos detenidos que de haber sido puestos en libertad hubiesen corrido el riesgo de ser ajusticiados al llegar a sus países. Muy lentamente algunos países, por ejemplo Uruguay el 1 de junio de 2014) han ido aceptando el traslado a sus territorios de algunos detenidos y sus familias porque los involucrados no han querido regresar a sus países de origen. Además una de las consecuencias de la comercialización de la comunicación en los países llamados libres como EE UU es que (a diferencia del sucesor de Mandela) el Presidente no puede restringir la divulgación de noticias, independientemente de que sean falsas. Los juicios, en los casos en los que hubieran sido necesarios, hubieran sido inevitablemente distorsionados por la explotación mediática como ya ha ocurrido con los encartados en el Caso del 11 de Septiembre.
2. Fuera inmoral que un gobernante tomase medidas a cualquier precio solo para ser coherente consigo mismo. Caso en punta, Francisco y la encíclica escrita por Ratzinger que prometió callar y la canonización de Juan Pablo II a pesar de las confesiones del Cardenal de Cracovia acerca de la corrupción que ocultada tras de aquél. Quien acepte la enorme responsabilidad de gobernar no puede actuar autocráticamente como un déspota o un tirano solamente según su criterio y algunas veces, como pasó con unos pocos encubridores de la pedofilia entre los jerarcas católicos, es cuestión de falibilidad humana, aunque demorar la justicia siempre sea injusto con ambos víctimas y victimarios. No sé quién pudiera lanzar la primera piedra contra nadie, y me incluyo en ello, porque de alguna manera lo único que se sobra es, en el mejor de los casos, reticencia que suele terminar en complicidad. Todavía estamos esperando que al Cardenal de Cracovia, a Sodano y a Ratzinger alguien les castigue por toda su complicidad en ocultar a Juan Pablo II lo que era hipócritamente encubierto a su sombra. Pero si de repente todo eso fuera expuesto y castigado como parece merecer, nada impidiera que volviese a ocurrir en los “Corredores del Poder” en todas partes. La denuncia válida es la de los hechos pero lo ataques más o menos virulentos “ad hominem” me parece que siempre serán difamatorios e inaceptables aunque sean merecidos.
No es necesario aclarar que el Campo de Detención de Guantánamo es un escándalo de lesa humanidad y una violación de la Constitución de los propios EE UU que reconoce el derecho universal al procesamiento judicial adecuado. Uno de los problemas relacionados con ello es la deficient formación de la población norteamericana ética o moralmente, lo cual impide un discernimiento claro y unánime que obligara al gobierno norteamericano a cerrar dicho campo y a encontrar una solución plausible a los detenidos.