Neus ForcanoMe preguntan cómo veo la situación del país y de la iglesia en Cataluña en estos momentos y la primera respuesta que me sale decir es que vivimos tiempos convulsos y contradictorios. Percibo, por un lado, la tensión y los problemas de muchas familias que malviven en la miseria. Sufrimos un paro desmesurado, un fraude fiscal permitido por los gobiernos y unos recortes drásticos de los servicios públicos que hacen aumentar las desigualdades sociales de forma exagerada. Según unos datos de la Fundación Bofill de Barcelona, publicadas este mismo febrero de 2014, Cataluña se encuentra entre los países europeos con más pobreza infantil y abandono prematuro de los estudios.

Siento también el abuso y la presión sobre el sistema escolar público, al que se fuerza en dirección contraria a hacer de las escuelas centros de descubrimiento del entorno, centros de formación del pensamiento humanista y crítico, curioso y amante del patrimonio cultural donde están arraigadas. Noto una creciente perplejidad entre mis conciudadanos y conciudadanas, no tanto por la posibilidad de imaginar un país independiente y querer decidirlo democráticamente, sino por la desconfianza ante unos políticos que pueden estar manipulando las ilusiones soberanistas del pueblo para esconder unos presupuestos antisociales y unas interesadas privatizaciones de los servicios públicos de la enseñanza y la sanidad.

Por otra parte, contradictoriamente, como decía, los tiempos de crisis son tiempos vibrantes, esperanzados, sorprendentes y creativos. Y participando en el Procés Constituent (Proceso Constituyente) he descubierto personas de pensamiento y talantes muy diferentes que afrontan la crisis con creatividad y lucha solidaria por el bien de todas y de todos. Son personas que no se dan por vencidas y que tienen esa apertura de visión del que hablaba Molara Ogundipe, feminista nigeriana, cuando decía que el pueblo yoruba considera que tener «cultura» es ir más allá de las necesidades egoístas e individuales, y supone cultivar un ensanchamiento de la conciencia social y comunitaria.

En ámbitos creyentes, esta actitud se corresponde a la actitud luchadora de una «mística de ojos abiertos» o de una teología de la resistencia, que lleva a comprometerse en favor de la justicia social y de la libertad de expresión y de pensamiento. No hace falta decir que hay intentos, dentro de la iglesia católica de todo el Estado, de acallar a personas con voz crítica y pacífica aprovechando la ocasión de que algunos políticos escuchan sus gritos. A los grupos ultraderechistas y en contra de la despenalización del aborto en los supuestos aceptados que había, les gusta presionar a los obispos para que ejerzan su autoridad de forma impositiva y jerárquica. Quiero reivindicar, por eso, la postura valiente y decidida a no hacer caso de estas presiones que recibió el obispado de Lleida hace pocos días ante las amenazas por una charla que la hermana Teresa Forcades tenía que hacer dentro del ciclo de unas conferencias sobre mística y sabiduría.

Sorprendentemente para muchos compañeros y compañeras que provienen de organizaciones políticas de izquierdas, hemos podido hacer algunos encuentros y reuniones en los espacios de escuelas concertadas o centros parroquiales con más facilidad que en espacios municipales como centros cívicos, que son caros y llenos de trabas burocráticas cuando se quiere acceder. En cambio, ha habido solidaridad y complicidad con órdenes religiosas y centros católicos… Es un ejemplo más de esta «contradicción» bienvenida con que vivo el país si permite que viejos prejuicios se rompan para unirnos en un objetivo común: detener aquellas políticas que quieren favorecer a los responsables de la deuda a costa de endeudar la mayoría de la población.

Veo a menudo la frescura y la alegría de las caras de la gente al oír un discurso esperanzado que invita a sentirse sujeto de pleno derecho y que encomienda a la acción. Y nos encontramos, tanto personas creyentes cómo no creyentes, en una charla sobre espiritualidad, o bien participando arriesgadamente en las acciones contra los desahucios, contra la subida de los transportes públicos o contra los recortes sanitarios y el cierre de ambulatorios en los barrios. Ojalá las «Marchas por la dignidad y contra el paro» convocadas para el 22-27 de febrero, que atravesarán diferentes poblaciones del Baix Llobregat para llegar hasta el Parlament, nos reafirmen en el deseo de justicia y nos hagan recuperar el sentido auténtico de la política y de la democracia.
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Filóloga, profesora de Lengua y Literatura en las etapas de Secundaria y Bachillerato. Máster de Historia de las Mujeres (DUODA-Universitat de Barcelona) y estudios de Ciencias Religiosas (ISCREB). Ha participado en movimientos de educación no formal en los equipos de formación de monitores y en el equipo de responsables generales de Minyons escoltes i Guies; ha participado en el equipo de jóvenes y en los seminarios internos de Cristianisme i Justícia; colabora con el Col·lectiu de Dones en l’Església (Colectivo de Mujeres en la Iglesia) de Barcelona y es miembro de la Asociación Europea de Mujeres para la Investigación Teológica (ESWTR).
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