Nani Vall-llossera. Hay que actuar como respuesta al dolor y al sufrimiento que están produciendo la crisis y las políticas que se están aplicando, hay que buscar alternativas a un sistema que lleva la creación de desigualdades en su ADN, hay que reaccionar contra la codicia de los poderes económicos y la corrupción de parte de la clase política. Parafraseando a John Berger (El cuaderno de Bento), hay que actuar –él lo concreta en protestar, una de las formas de actuar– porque hacerlo es “negarse a que te reduzcan a cero y a un silencio impuesto. Por consiguiente, en el momento en el que se hace una protesta, si se llega a hacer, ya hay una pequeña victoria. El momento, aunque pase, como todos los momentos, adquiere cierta permanencia. Pasa, pero queda impreso. Una protesta no es principalmente un sacrificio hecho en aras de cierto futuro alternativo, más justo: una protesta constituye una redención inconsecuente, insignificante, de algo presente. El problema es cómo seguir viviendo con el adjetivo inconsecuente repetido una y otra vez”.
Hay que actuar para provocar la esperanza, que es don pero también tarea porque casi nunca surge de la nada ni se tiene en abstracto. La esperanza de conseguir una meta o defender una causa se concita caminando hacia ese objetivo. Sólo entonces podemos esperar alcanzarlo.
Pero sobre todo hay que actuar porque la realidad nos dice que hacerlo, comprometerse, dedicar tiempo y energía a luchar por alguna causa que busque el bien común o mayor justicia social, sirve. Nadie ha dicho que sea fácil, que las victorias vengan sin esfuerzo, que una no se sienta a veces sola, que no haya que dedicarle mucho tiempo y poner en juego la resistencia, el prestigio y, a veces, el valor. Nadie ha dicho que el sistema pueda cambiar de un día para otro, que con una victoria baste y que no seguirá habiendo muchas derrotas. Pero sí es evidente que cada vez que ganamos se hace ya realidad ese otro mundo posible que queremos, que luchando y ganando se consigue que se sumen manos para empujar la Historia por el camino de un progreso verdaderamente humano y que no hacerlo, rendirnos al pesimismo o la indiferencia, nos envilece y deshumaniza.
Lo hemos visto recientemente en el barrio de Gamonal en Burgos. Unos vecinos hartos de que se tomen decisiones sin tenerles en cuenta, hartos de que se use el dinero de todos en proyectos que sólo favorecen a unos pocos, hartos de que se gaste dinero de manera superflua y se nieguen servicios para las personas, han conseguido pararalizar las obras que iban a hacerse en contra de sus deseos y necesidades. Para conseguirlo han tenido que soportar manipulación informativa, insultos y vejaciones.
Lo vemos desde hace años en las PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) con su trayectoria previa de muchos años en los Movimientos por una vivienda digna y su trabajo ingente a todos los niveles: empoderando a las personas y recuperando su autoestima, cambiando el sentir colectivo respecto al problema social y la injusticia que hay detrás de los desahucios, haciendo propuestas de ley, interpelando al poder judicial, intermediando con las administraciones y los bancos, presionando a los gobiernos, parando desahucios, consiguiendo daciones en pago y alquileres sociales.
Lo hemos vivido también estos días en el CIE de Zona Franca en Barcelona. La constancia de entidades, colectivos, plataformas y otros actores de la sociedad civil que llevan años trabajando y denunciando la existencia de estos centros de detención donde se vulneran con impunidad los derechos de las personas allí retenidas y se atenta contra su dignidad, ha conseguido resoluciones judiciales que mejoran las condiciones de los internos y ha logrado poner los CIE en la agenda política y mediática.
Y lo vemos en objetivos más pequeños y menos mediáticos que también necesitan gente que los persiga y los alcance. A menudo la magnitud de lo que se consigue depende del número de personas que hay detrás trabajando: individualmente, se pueden transformar algunas cosas; colectivamente, muchas más. Y cuando hay convergencia de causas el potencial de cambio se multiplica de forma exponencial. Encontrar un sistema que nos permita convivir de forma más humana y respetuosa con el planeta y construir vidas más “felicitantes” es cuestión de tiempo. Porque además, el camino que nos llevará a encontrarlo, que implica unirse a otros para buscar el bien común, participar, tomar la palabra, aprender a negociar y a disentir, avanzar y retroceder acompañados, es en sí mismo satisfactorio.
Hay activismo de calle, de barrio, intelectual, logístico, de cuidado, de parroquia, de colegio, de medio de comunicación, de universidad, de banco, de centro de salud, de hospital, de blog, de convento, de comisaría, de juzgado, de parlamento… Hay maneras de comprometerse más y menos visibles, hay tareas que hacen posible el trabajo de otros y eso es igual de importante y necesario. Hay causas a la medida y gusto de cada uno y cada una. Así que no hay excusas, no es verdad el “no sé” o “no puedo”, no vale decir que no sirve para nada o que no hay alternativas. Hay que buscarlas: ¡muévete!
Imagen extraída de: Agibilis
Más razones para creer que actuar sirve: La marea blanca consigue cancelar la privatización de 6 hospitales en la Comunidad de Madrid
http://www.eldiario.es/sociedad/reacciones_0_222578413.html
M’agrada la indignació dels ciutadans i m’agrada com es va estenen com una taca d’oli, tots tindriem que buscar aquell petit grup o demanda que dia rera dia van fent tasques concretes d’indignació, penso que és l’hora de les bases i de la conciencia social.