Cristianisme i Justícia. [#2013aexamen] Acabamos, también, el año profundamente preocupados por el rumbo del proyecto europeo. Figuras emblemáticas del europeísmo –como el propio Jacques Delors – han señalado, por primera vez, que la crisis económica no está sirviendo para fortalecer el proyecto europeo y para construir más Europa. Por el contrario, la crisis parece haber reforzado tres tendencias alarmantes.
En primer lugar, la priorización del falso “discurso de la austeridad” por encima de estrategias de solidaridad entre los países miembros. Los fuertes recortes y presiones hacia países como Grecia, Portugal o España no han estado orientados a mejorar la situación interna de cada uno de ellos, sino a salvar los intereses privados de algunos países y actores determinados y a imponer una serie de medidas presentadas como inevitables y de “sentido común”. El austericidio (que se contrapone claramente al auténtico y necesario valor de la austeridad) ha puesto contra las cuerdas a países vecinos como Grecia que han visto cómo se disparaba su índice de suicidios o bien cómo crecían los movimientos políticos nazis en el seno de su sociedad.
La Europa fría, economicista y tecnocrática ha continuado erosionando el proyecto europeo más político y social.
En segundo lugar, el auge de los movimientos euroescépticos ha lanzado un discurso que considera a Europa como parte del problema y no de la solución, invocando un desmembramiento del proyecto europeo como salida a la coyuntura actual. Este discurso ha calado también entre los principales partidos, que han entrado en el juego euroescéptico con el objetivo principal de captar votos. La dinámica electoralista y cortoplacista ha contribuido pues a poner en cuestión el proyecto de Europa, precisamente en un momento fundamental.
Finalmente, parece que Europa ha dejado de ser definitivamente un contrapeso y una voz de referencia en los aspectos relacionados con la defensa de los derechos fundamentales. La deriva xenófoba no ha sido contundentemente constestada por las instituciones europeas. Se ha echado de menos un discurso implacable y mucho más profético ante acontecimientos tan graves como la muerte de miles de inmigrantes ante nuestras costas o la diabólica colocación de elementos punzantes en la valla de Melilla, con el único objetivo de herir a aquellos que intentan desesperadamente huir de situaciones de guerra o pobreza. Europa continúa entendiendo la inmigración como un problema y no como un fenómeno inevitable ante el que desarrollar urgentemente estrategias fundamentadas en los derechos humanos.
¿Qué ha sucedido para que Europa priorice el discurso tecnocrático por encima del proyecto político? ¿Cuándo, cómo y por qué ha dejado de ser un referente importante en materia de defensa de los derechos humanos? ¿Cómo piensa abordar desafíos tan importantes como son la llegada de miles de personas que buscan una vida mejor en nuestras fronteras? ¿Qué es necesario para construir un proyecto europeo que tenga la solidaridad, el respeto a los derechos humanos y la capacidad política de liderazgo en el centro? Sin duda, más allá de las responsabilidades políticas y de sus instituciones hay una responsabilidad de la ciudadanía a la hora de definir y ayudar a construir una identidad y un proyecto que responda a los valores originarios que lo fundaron.
[Extracto del documento «A nosotros nos toca elegir – Reflexión de fin de año de CJ» – comparte y sigue el debate en las redes en #2013aexamen]
Imagen extraída de: Corresponsal de Paz