Jesús SanzEl 17 de Agosto, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, anunciaba su renuncia a llevar a cabo la iniciativa Yasuní apoyándose para ello en el escaso respaldo que había recibido por parte de la comunidad internacional. Dicha iniciativa, anunciada en 2007, consistía en un compromiso del país andino para mantener indefinidamente inexploradas las reservas de petróleo localizadas en el Parque Nacional Yasuní de la Amazonía ecuatoriana. A cambio, se proponía que la comunidad internacional contribuyera financieramente con al menos 3600 millones de dólares, equivalentes al 50% de los recursos que percibiría el Estado en caso de optar por la explotación petrolera, y que irían destinados a fortalecer las políticas de erradicación de pobreza.

No hay que olvidar que el Yasuní alberga el 20% de las reservas de petróleo del país y es uno de los lugares con mayor biodiversidad del mundo lo que justificaba con creces la puesta en marcha de la iniciativa que lamentablemente ahora es paralizada. De esta forma, como señala Alberto Garzón, el fracaso de la Iniciativa Yasuní puede ser visto como el fracaso de un sistema  económico con una lógica depredadora dirigido solo a los beneficios y que no atiende a lógicas o plazos temporales distintos al corto plazo. A la vez que  pone de manifiesto la insuficiente voluntad política de la comunidad internacional para hacer frente a los retos medioambientales que cada vez son más urgentes.

Pero hay más. A nivel informativo, el enorme valor ecológico de este espacio ha dejado en segundo lugar al hecho de que esta zona alberga a dos grupos originarios que se encuentran en aislamiento voluntario: los Tagaeri y los Taromenani.

Para quien quiera conocer más sobre esta realidad les recomiendo el excelente documental “Taromenani: el exterminio de los pueblos ocultos” que pueden encontrar aquí. Este trabajo  nos acerca a la realidad de los pueblos en aislamiento voluntario, al cúmulo de intereses que se vierten sobre las tierras que estos ocupan por parte de petroleras y madereras, y a las complejas relaciones existentes entre estos grupos y otros, como los huaorani, que fueron contactados a la fuerza y sometidos a un brutal proceso de occidentalización desde los años 50. De la misma forma, el documental rinde homenaje al trabajo de personas como Alejandro Labaka e Inés Arango, que desde su realidad creyente dieron testimonio y murieron asesinados  cuando intentaban realizar un contacto controlado en defensa de estos grupos en medio de demasiados intereses contrapuestos[1].

Como muestra el documental (hecho en 2007), en los últimos años la presión ejercida sobre el hábitat de los tagaeri y los taromenani por parte de madereras y petroleras y las complejas relaciones existentes entre los diferentes grupos étnicos, se ha traducido en diferentes masacres que han empujado a estos grupos en aislamiento voluntario al borde de la extinción. Masacres a las que hay que sumar el último ataque que se produjo sobre los taromenanes en abril de 2013 y que produjo al menos 18.

La decisión de renunciar a la iniciativa Yasuní por parte del gobierno ecuatoriano por el insuficiente apoyo que ha tenido por parte de la comunidad internacional y la consiguiente extracción en esa zona de los recursos petroleros que se encuentran en esta zona traerá consigo un aumento de  la presión sobre el territorio que ocupan los tagaeri y los taromenani.  Y no olvidemos que esta presión es la causa principal de toda la violencia que se ha generado hasta hoy y que, tras la nueva decisión tomada sobre el proyecto Yasuní, hará todavía más dramáticas las circunstancias que provocan el exterminio de estos pueblos.

Por ello, es justo que difundamos y alcemos la voz ante esta realidad y presionemos para que el Yasuní se vea libre de extracciones petrolíferas. Hay mucho en juego tanto a nivel ecológico como de vidas humanas.

Hay mucho en juego en la defensa de este espacio al menos por tres razones: por la  enorme riqueza ecológica que guarda este espacio; por preservar las vidas humanas de aquellos grupos que se mantienen en aislamiento voluntario; y desde un punto de vista más amplio, la posibilidad que supone la Iniciativa Yasuní para mostrar cómo es posible construir iniciativas políticas que atienden a otra lógica que no sea la del lucro y el beneficio a corto plazo.



[1] Más información sobre las causas de la muerte de Labaka y Arango también se puede encontrar aquí: http://www.youtube.com/watch?v=yTestdTNysE

Imagen extraída de: Periodismo Humano

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Jesús Sanz
Profesor de Antropología Social en la Universidad Complutense de Madrid.  Sus líneas de investigación están relacionadas con los movimientos sociales, las migraciones, el vínculo entre migración y desarrollo, y el consumo responsable. Es miembro de diferentes organizaciones y movimientos sociales relacionados con el consumo responsable, la soberanía alimentaria y el movimiento ecologista.
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