Jesús Renau. (El pasado 5 de junio el Papa Francisco dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles a la tutela del medio ambiente).
«Cuando hablamos de medio ambiente, de la creación, pienso en las primeras páginas de la Biblia, en el Libro del Génesis, donde se afirma que Dios puso al hombre y la mujer en la tierra para que la cultivaran y la cuidaran. y me pregunto, -ha dicho el Papa a los fieles reunidos este miércoles por la mañana en la plaza de San Pedro- ¿qué significa cultivar y cuidar la tierra?, ¿estamos realmente cuidando la creación?, ¿o la estamos explotando y descuidando?».
«Cultivar y cuidar la creación -explicó el Papa- es una indicación de Dios, dada no sólo al inicio de la historia, sino a cada uno de nosotros, es parte de su proyecto; significa hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformar para que sea un jardín, un lugar habitable para todos».
El Papa ha recordado las muchas veces que Benedicto XVI dijo que «esta misión encomendada por Dios creador requiere seguir el ritmo y la lógica de la creación. Nosotros -ha continuado el Pontífice- nos dejamos llevar a menudo por la soberbia del dominar, del poseer, del manipular, del explotar, no la «cuidamos», no la respetamos, no la consideramos como un don gratuito que debemos cuidar. Estamos perdiendo la actitud de la sorpresa, de la contemplación, de la escucha de la creación , y así no conseguimos ver lo que Benedicto XVI llama «el ritmo de la historia de amor de Dios con el hombre». ¿Por qué sucede esto?, ¿Por qué pensamos y vivimos horizontalmente?, nos hemos alejado de Dios, no vemos sus señales».
«Pero cultivar y cuidar -ha destacado el Papa Francisco– no se refiere sólo a la relación entre nosotros y el ambiente, entre el hombre y la creación, afecta también a las relaciones humanas. Estamos viviendo un momento de crisis, la que vemos en el ambiente, pero sobre todo lo vemos en el hombre. La persona humana está en peligro: ¡He aquí la urgencia de la ecología humana! El peligro es grave porque la causa del problema no es superficial, sino profunda: no es sólo una cuestión de economía, sino de ética y antropología… dominan las dinámicas de una economía y una riqueza carentes de ética«.
El Santo Padre, con palabras improvisadas ha dicho: «El que manda hoy no es el hombre, es el dinero: ¡el dinero y la riqueza son los que mandan! Y Dios, nuestro Padre, no ha dado la misión de cuidar de la tierra al dinero, sino a nosotros: los hombres y las mujeres. ¡Somos nosotros los que tenemos este encargo!». «Si una noche de invierno -continuó-, aquí en la calle Ottaviano, por ejemplo, muere una persona, esto no es noticia. Si en muchos lugares del mundo hay niños que no tienen nada para comer, eso no es noticia, ¡es algo normal! ¡Esto no puede seguir así! Esto se convierte en algo normal: que haya personas sin hogar que mueren de frío por la calle, no es noticia, pero que la bolsa de algunas ciudades baje diez puntos, es una tragedia. Así, las personas son descartadas, como si fuéramos basura».
«La vida humana, la persona, no se ve como un valor primario de respetar y cuidar. Esta cultura nos ha convertido en insensibles también ante el despilfarro alimentario. El consumismo nos induce a acostumbrarnos a lo superficial, al derroche cotidiano de la comida a la que a veces, no somos capaces de dar el valor que va más allá de los simples parámetros económicos.
¡Recordemos bien que los alimentos que tiramos a la basura son como si les robaran al pobre de la mesa, al que pasa hambre!».
«Os invito a todos -ha finalizado- a reflexionar sobre el problema del despilfarro de los alimentos. Comprometámonos todos seriamente a respetar y cuidar la creación, cuidar de todas las personas, contrarrestar la cultura del derroche, para promover una cultura de la solidaridad y del encuentro».
Imagen extraída de: Vigoalminuto.com