José Eizaguirre. «Mes tras mes, año tras año, una nueva e importante subcultura está emergiendo en nuestra sociedad». Ésta es la conclusión a que llegó en el año 1990 el sociólogo norteamericano Paul H. Ray. Diez años después, él y la psicóloga Sherry R. Anderson publicaron el libro Los Creativos Culturales: Cómo 50 millones de personas están cambiando el mundo (no traducido). Según los autores:
«Desde la década de 1960, el 26% de los adultos de los Estados Unidos -50 millones de personas- ha dado un gigantesco giro en su visión del mundo, en sus valores y en su forma de vida; en resumen, en su cultura. (…) A un cambio de visión del mundo le siguen otros cambios que guardan una estrecha relación: cambios en valores, en las prioridades fundamentales en la vida, en el estilo de vida, en el modo en que uno emplea su tiempo y su dinero, así como cambios en el modo en que uno se gana la vida».
¿En qué se caracterizan estos «creativos culturales«? Son personas preocupadas por los problemas globales del mundo: el deterioro medioambiental, la explotación laboral en países pobres, la inequidad de género, el poder de las multinacionales. Individuos conscientes que desconfían de los medios de comunicación convencionales y quieren conocer «la historia de las cosas» hasta el final: productos de consumo, alimentación, fuentes de información… Personas que valoran y cultivan todas las dimensiones de la persona, cuidando especialmente la espiritualidad y las relaciones personales de calidad. Gente que dedica su tiempo a ayudar a otros y a colaborar con organizaciones ciudadanas. Personas insatisfechas con las derechas e izquierdas políticas, que quieren encontrar un nuevo camino de organización de la sociedad que revierta en el bien común. Personas optimistas respecto al futuro, a quienes les gustan las gentes de otros lugares, les encanta experimentar y descubrir otras formas de vida…
Estamos hablando de ¡un 26% de la población adulta de Estados Unidos! Sin duda, una buena noticia para esa sociedad. ¿Y en Europa? Al parecer, «los funcionarios de la Unión Europea, al enterarse del elevado número de Creativos Culturales existentes en los Estados Unidos, lanzaron una encuesta similar en septiembre de 1997 en cada uno de los quince países que la componía. Para su sorpresa, las evidencias sugieren que existen al menos tantos Creativos Culturales en Europa como en Estados Unidos».
¿Nos lo creemos? Estamos hablando de 1997. ¿Diríamos que el 26% de la población adulta de nuestro país respondía entonces a esta «subcultura»? ¿Lo diríamos hoy? ¿Cuál es nuestra impresión en este sentido?
Antes de responder, habría que distinguir entre las personas que piensan de esta manera y las que viven de esta manera. La cita anterior habla de «un cambio de visión del mundo, al que siguen otros cambios que guardan una estrecha relación». Se trata de individuos que han adquirido una nueva mentalidad y, consecuente y simultáneamente, han puesto en práctica nuevas formas de comportamiento.
¡Ay, aquí tenemos nuestro talón de Aquiles! Como coordinador de la campaña de cuaresma «Cuarenta días con los últimos«, este año dedicada a profundizar en la relación entre nuestra forma de vivir y la forma de mal-vivir de otras sociedades, he recibido muchos ecos de agradecimiento por los materiales. Pero casi nadie me ha hecho saber que gracias a esta campaña ha cambiado algo en su estilo de vida. ¡Qué distancia aparentemente insalvable entre el pensar y el hacer! El cambio de mentalidad es lento y el cambio consciente de hábitos de comportamiento aún más lento de lo que a uno le gustaría. Si aprender a vivir lleva tiempo, aprender a vivir de otra manera lleva mucho más.
Sí, en nuestra sociedad, son muchos los que simpatizan con estos nuevos planteamientos culturales (poco después del surgimiento del 15M, un informe recababa que un 72% de los ciudadanos estaba de acuerdo en una u otra medida con las ideas del movimiento 15M). ¿Cómo no estar de acuerdo con los valores de honradez y transparencia, de respeto al medio ambiente, de consumo responsable, de solidaridad y bien común, de participación…?
Sin embargo, mi percepción es que la mayoría de los españoles sigue comportándose de la misma manera. La mayoría sigue votando y votaría a los partidos mayoritarios, sigue comprando (los que pueden) los mismos productos y en los mismos establecimientos de siempre, sigue moviéndose (los que pueden) y desplazándose como siempre, sigue siendo cliente de los mismos bancos y de las mismas grandes empresas de suministros, sigue viendo cuatro horas diarias de televisión (¡cuánto fútbol y programas de entretenimiento!), sigue alimentándose de la misma manera (aunque cada vez hay más gente que ya ni puede permitírselo)…
¡Pero no nos desanimamos! Es muy esperanzador ver que cada vez hay más gente que empieza a vivir de forma diferente, a informarse, a votar, a comprar (y a no comprar), a alimentarse, a elegir su banco, a contratar su proveedor de electricidad, a gestionar su tiempo, a viajar (y a no viajar), a participar en la sociedad… de otra manera. Es verdad: una nueva conciencia está surgiendo y se está plasmando en nuevas actitudes. Pero todavía es una conciencia minoritaria. O mejor dicho, son muchos los que simpatizan con estos planteamientos, pero, a pesar de que su número no deja de crecer, todavía son pocos los que, de hecho, dan pasos concretos de conversión en los estilos de vida.
¿Qué decir? Podemos recordar el dicho de Confucio: «Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que antes», y deprimirnos.
O podemos recordar al Apóstol: «¡Pobre de mí! -diría Pablo-. No hago el bien que quiero sino el mal que no quiero. ¿Quién me librará?» (Rm 7, 19-25). Es ésta una profunda experiencia humana. El cambio de comportamiento no solo es algo que lleva tiempo, sino ante el que nos reconocemos limitados y -ésta es la experiencia espiritual- que nos lleva a poner nuestras fuerzas y confianza en Alguien más allá de nosotros mismos. Ésa es también la paradoja cristiana tan sabiamente formulada por San Ignacio: «Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios». No nos desanimamos. Seguimos caminando.
Imagen extraída de: Innovación Social
Aunque no se menciona, estos denominados «Creativos Culturales», también han abandonado los dogmatismos que por mucho tiempo han regido nuestras sociedades y generado las diferentes culturas que hoy rechazamos, y en cambio han optado por un pragmatismo mucho más racional desde el cual participan e interactúan en sociedad muy desde sí mismos.