Rufí Cerdan. Las 50.000 hectáreas quemadas en la Comunidad Valenciana son una herida muy grave en el territorio. Aunque el conseller  Castellano se esfuerce ahora en dar explicaciones, Youtube muestra como un mes antes de los fuegos defendía eufóricamente que la disminución presupuestaria no afectaría a lo que él consideraba una “política ejemplar avalada por las estadísticas”.

No nos pueden engañar: los incendios se apagan durante el invierno con políticas que incentiven la gestión forestal preventiva. Y esto sin negar que en el Mediterraneo, cuando se producen varios incendios simultaneos, en días críticos de viento y calor o en zonas de difícil accesibilidad, ni los profesionales mejor preparados, ni los voluntarios más entregados, ni los medios más sofisticados pueden impedir los grandes y devastadores fuegos. Lo hemos podido comprobar también en el norte de Cataluña este mismo verano. Por tanto, por mucho que los profesionales y voluntarios en la extinción hagan bien su trabajo no llegaremos a una solución. No se trabaja la prevención y esto lo corroboran los datos de los agentes rurales que afirman que el 66% de la inversión de las partidas de mejora y mantenimiento de bosques se concentra en los recursos empleados en la campaña contra los incendios, y este no es el camino. Pero no es sólo una cuestión de dinero.

“Los incendios forestales se comportan mediante patrones lógicos, previsibles y modelables. El conocimiento de estos patrones por parte de los diferentes agentes implicados, permitiria racionalizar el debate sobre los incendios forestales reconduciéndolo hacia aquellos aspectos mejorables en el marco de una política integrada de gestión del riesgo de incendios, que contemple las diferentes actividades que se desarrollan en el territorio”.[1]. Y en nuestro país hay equipos que son referencia internacional en este tipo de investigación aplicada.

Este conocimiento se debería trasladar a los instrumentos de planificación territorial forestal como son los Planes de ordenación de los recursos forestales (PORF), que son el equivalente forestal de los planes parciales territoriales que ordenan el urbanismo. Pero van pasando los años y los gobiernos y no se aprueba aún el Plan general de política forestal ni estos PORF.

¿Porque son importantes estos planes? Porque en un país en el que los bosques no son rentables, el dinero público (que siempre ha sido escaso y mucho más en los tiempos que corren) hay que aplicarlo donde los rendimientos de la gestión forestal aporten una mayor probabilidad de frenar los grandes incendios forestales y sus efectos.

El ejemplo de las franjas de protección de las urbanizaciones nos ayudará a comprendre el problema. En un artículo de opinión reciente, el esforzado alcalde de Sant Salvador de Guardiola (un pequeño municipio de la provincia de Barcelona) nos explicaba el viacrucis que ha sufrido para llegar a cumplir una legislación miope que obliga a las urbanizaciones a disponer de una franja de 25 metros de vegetación reducida a su alrededor de forma indiscriminada, sin resolver los graves problemas prácticos que dificultan enormemente su aplicación. Pero lo peor de todo, es que los que hemos vivido grandes incendios como el del mes pasado en el Empordà, sabemos que estos esfuerzos no son verdaderamente efectivos ante un fuego de grandes dimensiones.

No obstante, también sabemos que los grandes incendios que han arrasado anteriormente otras zonas, han sido impulsados por unos vientos determinados y estas situaciones sinópticas metereológicas proporcionan unos patrones definidos de comportamiento en cada area. Con el análisis de estos patrones de comportamiento se identifican los lugares (collados, crestas, laderas…) que se convierten en los puntos estratégicos para evitar que un incendio menor cambie de escala y se convierta en un gran incendio forestal (más de 500ha), que será incontrolable por más medios profesionales y voluntarios que pongamos.

Debemos elaborar este tipo de planes que recojan estos análisis de los patrones de comportamiento, para concentrar las ayudas en la gestión forestal (gestión mecánica con aprovechamiento energético de la biomasa, pastos, quemas controladas…) en aquellos lugares donde tácticamente sea más conveniente.

En este gobierno como en los anteriores, las deciones que se toman o se dejan de tomar en política forestal, no van por este camino.

De hecho es el problema del invierno que se manifiesta en verano, pero lo más grave de todo es que la falta de visión estratégica y de recursos en política forestal y energética está impidiendo que las iniciativas que van surgiendo en el territorio, como las agrupaciones de defensa forestal y los propietarios comprometidos en impulsar el aprovechamiento energético de la biomasa hagan absolutamente inútiles las reuniones de los expertos. Solamente atienden a los argumentos de “sus” expertos, tal como sucede con los que predican más y más recortes para salir de este agujero. ¿Hasta cuando resistiremos quemados y chamuscados?


[1] Esta fue una de las conclusiones a las que llegamos los participantes en la II Conferencia internacional sobre estrategias de prevención de incendios del sur de Europa el año 2005.

Imagen extraida de: forumgrama.cat

 

 

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Mecánico de profesión y ex-militante de la HOAC. Doctor en Geografia y profesor asociado de la Universitat Autònoma de Barcelona durante 22 años. 32 años en la administración local y autonómica con responsabilidades en gestión ambiental, incendios forestales i evaluación ambiental. Voluntario de Càritas. Exdirector de Càritas diocesana de Vic.
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