Papeles de CiJ. El terremoto de Haití no ha hecho más que manifestar de forma contundente las heridas mortales que ocultaba el país desde su independencia en 1804, y que se han sucedido en forma de guerras civiles, boicots, ocupaciones… El atrevimiento de aquellos esclavos negros, fue considerado como un “mal ejemplo” por las potencias de la región, de manera que casi nadie reconoció ni ayudó a la nueva «república negra». Incluso hoy, un famoso telepredicador estadounidense Pat Robertson, ha recordado que «miles de haitianos han muerto en el seísmo porque los esclavos de Haití hicieron un pacto con el diablo para obtener su libertad».

Ante esta historia no consolidada, ante la catástrofe que marca el trágico presente, el punto en que los interrogantes se hacen más punzantes hoy es el futuro inmediato. ¿Qué va a ser del país cuando se retiren las brigadas internacionales, los grupos de apoyo, las ayudas millonarias de estos días? De ello son conscientes los propios analistas haitianos, más lúcidos y crueles consigo mismos que lo que yo pueda serlo ahora. Nadie puede confiar, pues, en que unas heridas tan profundas sanen con la sola ayuda económica, dejando intactas aquellas cuestiones de fondo que nunca han sido realmente abordadas.

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