Xavier Garí de Barbarà. Hace 10 años que las calles de Seattle nos sorprendían por la movilización ciudadana contra la Globalización que allí celebraba una cumbre de los más altos dignatarios y responsables mundiales. Los encuentros de estos clubes tan selectos que decidían sobre todos los que no eran aceptados en estos clubes, empezaron a concentrar sociedad civil reunida bajo el nombre de «movimientos altermundistas», que proponían una alternativa a la nueva etapa histórica y de relaciones humanas, sociales, económicas, políticas y culturales que avanzaba sobre el todo el mundo.
Una década parece mucho y poco a la vez, pero lo cierto es que -aunque haya quien piense que no se haya avanzado mucho en la lucha y proposición de alternativas a la Globalización más agresiva y neoliberal-, los movimientos sociales han conseguido ir reajustando el volante de este fenómeno mundial. En la concentración de Génova de 2004 yo me encontraba en Brasil, en una reunión con el obispo Pere Casaldàliga, en un momento de conversación privada entre los dos, se acercó uno de sus colaboradores urgentemente, y le informó que acababa de morir un joven en Génova durante las manifestaciones; Pere Casaldàliga hizo un instante de silencio, respiró hondo, y me dijo: «es el primer mártir de las luchas contra esta Globalización».
Ciertamente, Seattle, Génova, Praga, Barcelona, han sido destinos de lucha, a menudo con disturbios y a veces también con infiltración de violentos con intenciones bien confusas, en que los jóvenes y no tan jóvenes han luchado con firmeza contra nuevas formas de dominación, de terrorismo, de sometimiento, de genocidio. ¡Que nunca más se diga que la juventud no se compromete! Porque también saben dar la vida por los demás («un mártir …», decía Casaldàliga). La altermundialización, después de esta década, ha ido elaborando más su discurso, haciéndose más presente públicamente, reflexionando más a fondo con los Foros Sociales Mundiales, Regionales, Locales y Sectoriales, y ha conseguido implicar en su seno a la tan diversa amalgama de colectivos y personas que pueden ingresar en un abanico tan amplio como comprometido. Grupos religiosos, estudiantes, investigadores, colectivos de personas mayores y de alumnos jóvenes, gremios profesionales y sindicatos, grupos de mujeres y grupos de solidaridad, monjes y novicios, cooperantes y familias enteras, se han convertido en claros agentes de cambio que han unificado fuerzas a pesar de las procedencias e identidades muy diferentes.
Esta es otra mirada sobre la Globalización, que tanto en su lucha y movilización, como en la participación y reflexión, es diversa en su composición, pero única y unificada en sus posicionamientos fundamentales. De todos y cada uno de nosotros depende que la Justicia en el mundo avance como una mancha de aceite, de forma imparable, o algún día se pueda detener escandalosamente. Como decía Gandhi, «quizás me derrotarán, pero siempre podré decir a mis hijos que luché todo y más».