Josep F. Mària. La Vanguardia. Después del terrible terremoto que ha asolado Puerto Príncipe, un periodista citaba a Pierre Marquise, un haitiano: «Cuando se produce una réplica del terremoto, la gente llora y se pone a llamar a Jesús». Y el periodista decía: «Pero Jesús no acude. Si lo hiciera sería tal vez la primera en la historia de Haití…». ¡Cuántas otras situaciones incomprensibles de dolor o de sufrimiento de inocentes despiertan en nosotros expresiones como esta!

Creo que la primera respuesta a todos estos gritos es el silencio. Callar, no buscar razones. No hay palabras, no hay lógica,no hay Dios que explique el dolor y el sufrimiento. Pero el silencio de las palabras abre paso al corazón. Es el sentimiento de la com-pasión, en su más alto significado: padecer con. Si seguimos escuchando a este huésped interior, el corazón nos soplará algo así como: «¿Y qué puedes hacer tú?». Al poco ya estaremos manos a la obra. El espíritu de la solidaridad estará habitándonos, motivándonos, transformándonos.

Así, pasaremos a formar parte del grupo de locos y locas que van haciendo de la solidaridad su estilo de vida. En este colectivo descubriremos de todo: ateos, agnósticos y creyentes de diversas religiones. Gozaremos con sus testimonios, y quizás compartiremos nuestras motivaciones. En este contexto, me atreveré a explicar que quien motiva mi vida es precisamente Jesús de Nazaret: un hombre habitado plenamente por el Espíritu de la solidaridad, que dio su vida por la gente, y que anunció que el principal nombre de la Divinidades, apesar de todos los pesares que nos acechan, Abba, Papá, Padre bueno y solidario. En el nombre de este Padre, Jesús llegó a decir: «Quien dé de comer a uno de estos pequeños me lo da a mí mismo».

A partir de esta convicción, que comparto con otros cristianos, me atrevo a decir que Jesús está en Haití. Sufriendo, acompañando («la gente llora y llama a Jesús») y muriendo con las víctimas. Animando el trabajo de los que ayudan a estas víctimas. Infundiendo fuerza y esperanza a los compasivos. Inspirando las apuestas locas y obstinadas por la solidaridad.

Pero mi argumento cristiano no me separa del periodista enviado a Haití. Porque su trabajo de periodista allí es una bellísima forma de solidaridad. ¡Un abrazo, y todo el éxito en tu misión!

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Jesuita. Doctor en Economía (UB). Licenciado en Teología (FTC). Profesor de Análisis Social, Ética y Religiones del Mundo en ESADE. Miembro de Cristianisme i Justícia. Patrono de la Fundación IQS y miembro del Consejo Superior de la Universidad de Comillas. Estudia sobre valores y educación superior, en particular desde la tradición jesuita.
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2 Comentarios

  1. La respuesta no puede ser el silencio, sino la certidumbre de que Dios está junto a los que sufren los males de nuestra finitud, apoyándoles en la medida que le es posible.Dios no quiere en absoluto ningún mal, pero no «puede» evitarlos porque el mal es consecuencia de la finitud e imperfección de todo lo creado que por eso tiene fallos.La imposibilidad de un-mundo-sin-mal es como pensar en un triángulo-cuadrado, o dividir un papel en tres mitades y ello no signica que Dios no sea omnipotente.
    El mal jamás desaparecerá del mundo y nuestra misión es la de contribuir a paliar sus efectos ayudando y colaborando con Dios, siendo sus manos para luchar contra él.

  2. Así como existe el día, existe la noche, está el bien por lo tanto tambien está el mal. este mundo es muy equilibrado y la obra creadora de Dios es perfecta. el problema está en las decisiones que tomamos nosotros que siempre nos inclinamos a un lado más que al otro, no sabemos mantener el equilibrio en nuestras acciones y complicamos la obra creadora causando directa o indirectamente desequilibrios, no escuchamos las enseñanzas del creador quien én todo momento nos está guiando en el camino correcto. Así cometemos errores y luego buscamos culpables. Si escuchamos las enseñanzas del creador y vivimos en armonía como nos enseña, estermos entrando en el equilibrio de su obra creadora, así cualquier cambio en la naturaleza no causaría los daños que causa hoy, ya habríamos encontrado el camino para salir de los desastres como los insectos. En Puno, el altiplano peruano las hormigas migraban en cantidad llamando la atención, nadie sabía porqué después de unos meses cayó una inundación. Seguro que murieron hormigas pero serian muy pocas. Si somos seres superiores porque no sabemos protegernos de los cambios naturales?, porque no queremos escuchar, y vivimos como queremos sin entender que somos parte de un todo, donde una acción afecta el entorno y como una ola crece y vuelve.

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