Cristianisme i Justícia. [Este es el último una serie de posts que no han sido escritos por contemporáneos nuestros sino por personas de otros siglos pertenecientes a la tradición de la Iglesia. Todos estos textos pueden encontrarse en el libro Vicarios de Cristo: Los pobres de José I. González Faus].
Hermann Kutter (1869-1936)
Vosotros miráis tranquilos la miseria de la humanidad. No tembláis ante el clamor de los desgraciados. Vuestro cerebro es duro como el acero y vuestro corazón, firme como una roca… Vuestra máxima es que hay que sufrir y que no se consigue nada sin pasar apuro y necesidad. Y tenéis razón: hemos sido creados para luchar y para vencer; no debemos temer al mal, y hemos de ofrecer el rostro a los malvados y caminar confiados cara a la muerte. Tenéis, pues, razón. Pero ¿por qué esa razón se convierte en seguida en una amarga sinrazón? ¿Por qué esa verdad se transforma tan pronto en una mentira diabólica, en cuanto amenaza a vuestros privilegios, a vuestras posiciones sociales y a vuestro dinero?… ¿Es acaso cierto ese rumor que adula refinadamente vuestros oídos diciéndoos que vosotros sois hombres de otra clase, de una categoría especial? ¿Es acaso cierto que Dios ha repartido de modos diversos los destinos de los hombres y que es él quien envía desgracia a los pobres y bienestar a los ricos? ¿Es cierto que vuestros privilegios sociales os han de procurar el monopolio del bienestar? Vosotros mismos sabéis que todo eso es falso: varios de vosotros habéis subido desde unas condiciones de pobreza hasta vuestras alturas doradas.
Pero voy a deciros una cosa: el dinero ha cegado vuestro corazón, ha enloquecido vuestra razón y ha roto vuestra fuerza. El dinero ha arrancado de vuestros corazones la justicia, el derecho, la verdad y el amor, para plantar en ellos su propia moral. Hay una particular verdad del dinero, un particular derecho del dinero, una moralidad del dinero y una piedad del dinero. Al igual que Dios, el Dinero también tiene sus diez mandamientos, y vosotros los habéis albergado en vuestro corazón. ¿O es que nunca los habéis oído?: No tendrás otro dios más que a mí. No te harás ningunas imágenes, ideas o reflexiones imprácticas. No respetarás nada de lo que hay en el cielo o en la tierra: pues yo, el Dinero, soy un dios fuerte, que castiga su desprecio en los hijos y en los nietos, y que paga su adoración con bienestar y riqueza. No hablarás mal del Dinero, pues él no deja sin castigo a nadie que lo haga. Dedicarás seis días a los asuntos del Dinero, y el séptimo a pensar en él. Honrarás al Dinero mientras vivas, para que puedas vivir largos días y os vaya bien a ti y a los billetes que él te da. No malgastarás nada. No adulterarás en tu unión con el Dinero. Robarás tanto como puedas. Utilizarás contra tus prójimos falsos testimonios y prácticas mentirosas, pues esto le agrada al Dinero. No desearás los bienes de otro que no sea el Dinero.
¿No reconocéis estos mandamientos? A la luz de su moral, el hombre ve la vida de otra manera, y se abre a nuestros ojos un mundo distinto. Ahora comprendemos por qué el rico y el poderoso se creen de más valor que el pobre: es que miden a los hombres sólo con el Dinero, porque él así lo ordena. Ahora comprendemos que sobre los ricos se extiende la gracia de Dios y sobre los pobres su ira, y que no existe maldición mayor que la pobreza. Ahora comprendemos por qué el derecho es injusticia y la injusticia derecho: es que el Dinero tiene otra moral distinta de la del Dios vivo. Es tal como dijo Jesús: no podéis servir a Dios y al Dinero.
No cabe oposición mayor que entre el reino de Dios y el señorío del Dinero. No cabe mayor incapacidad de comprensión que la que tienen los adoradores del Dinero para la existencia del Dios vivo. Por eso vosotros no entendéis la cuestión social: porque precisamente en ella se expresan estas oposiciones. Vosotros habláis de revolución, porque teméis por vuestro Dinero…
Pero no. Hay que dejar muy claro que la humanidad está prisionera de una sinrazón terrible, y que nuestro sistema de producción es una cadena de injusticias y de desobediencias contra el Creador.
(Siemüssen.EinoffenesWort an die christlicheGesellschaft, Berlín, 1904, 7,8,6,76-78, 158).
Imagen extraída de: Universität Freiburg