Xavi Casanovas. En Europa en estos momentos de crisis, podemos aprender mucho de lo que han estado viviendo los países emergentes en los últimos 15 años. No es casual que el Fórum surgiese en Latinoamérica. Brasil, ahora miembro de los llamados BRICS, impulsó un espacio que ha sido determinante a la hora de aprender los unos de los otros. Un espacio que ha ayudado a entender que ante las cuestiones que nos preocupan, las respuestas que huyen de la ortodoxia también pueden ser acertadas.

En algunos países del Sur podemos ver como han sido capaces de crear un contrapoder a las políticas neoliberales que les fueron impuestas durante los 90. Las mismas políticas que, en cierta manera, están a la raíz de la crisis financiera, económica y, sobre todo, democrática de Europa.

Cuando hablamos de alternativas nos tenemos que preguntar: ¿estamos pensando en volver al nivel de crecimiento irracional que hemos tenido hasta ahora? Las cifras en América Latina los últimos años han sido espectaculares pero esconden otros problemas. Podemos hacer de ellos una interesante lectura:

Si caracterizamos rápidamente los países de América Latina en función de cómo han asimilado el libre comercio en sus economías, tenemos países que se han entregado absolutamente a ello como ha sido el caso de México (con la NAFTA), Colombia, Perú o Chile. Hay también gobiernos que han optado por continuar con políticas económicas proteccionistas respecto a las inversiones extranjeras y un modelo económico desarrollista con inversiones locales como han sido los casos de Argentina, Brasil o Uruguay. Por último tenemos países que transitan, con contradicciones, hacia procesos de cambio con una amplia participación popular. Nuevos procesos constituyentes donde han incorporado nuevos derechos (llegando a dar en algún caso la categoría de sujeto de derecho a la misma “naturaleza”). Es el caso de gobiernos que han sido en gran parte producto de la lucha popular como Bolivia, Ecuador, Venezuela…

Lo que nos enseñan estos casos es que desde el trabajo polítco de base y de empoderamiento de la gente, es posible exigir consultas populares, auditar la deuda, modificar constitucines desde el sufragio universal para incluir aquellos derechos que todos consideramos legítimos, proteger la población más vulnerable… Espacios como el FSM, que termina hoy, sirven exactamente para esto, un entorno donde empaparse de ideas y de propuestas y empezar a pensar estrategias.

La otra cara de la moneda: el proceso de empoderamiento económico que los ha llevado a estas cuotas de crecimiento se ha basado, en gran parte, en un modelo de extracción y de explotación de recursos naturales. Un modelo con una clara fecha de caducidad. Muchos activistas latinoamericanos ven claro que el objetivo actual, en época de crecimiento, es buscar modelos alternativos de desarrollo no basados en este tipo de economía. El problema es que el empoderamiento económico de las clases populares, ahora ya clases medias, deriva en desmobilización. Está naciendo un divorcio entre la nueva clase media y los movimientos sociales. Hace falta trabajar a fondo para que las clases medias entiendan cual es el siguiente paso y no se acomoden en su nuevo estatus económico de bienestar. En el caso de América Latina ese paso siguiente podría ser un modelo de desarrollo más sostenibles y menos agresivo con el medio ambiente. En el caso europeo abrirnos a nuevos modelos de economia no especulativa ni financiera. Como decía Bernard Cassen (fundador de Le Monde Diplomatique) en un taller, el FMI que ha sido expulsado de América Latina por la puerta de atrás aparece ahora por la ventana de Europa.

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Amarillo esperanza
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Licenciado en matemáticas y master en filosofía. Profesor adjunto en la Cátedra de Ética y Pensamiento Cristiano del IQS-Universitat Ramon Llull. Ha sido director del centro de estudios Cristianisme i Justícia y es autor del cuaderno CJ Fiscalidad justa, una lucha global.
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2 Comentarios

  1. Me parece super perverso que Europa quiera imitar a Latinoamérica ahora, cuando hasta no hace mucho Latinoamérica se moría de hambre (y aún muere) por causa de Europa. Nosotros, los que emigramos allí, tuvimos que tragar miseria de todos los colores sin que nadie se dignara darnos una mano. Pero ahora nos ponen como ejemplo… ¿Será que la pobreza también se puede importar? ¿O será que el colonizador es colonizador aún en los peores momentos personales?
    Perdón por la acidez del comentario, pero me movió a eso.
    Un saludo

  2. Apreciada Alejandra,

    gracias por el comentario. Lo que el artículo quiere hacer notar, es que justamente estas políticas occidentales que fueron impuestas a Latinoamérica son las que nos vuelven como un boomerang ahora contra nosotros. Los mercados financieros se nos comen asfixiando nuestras economías, con una deuda impagable.

    Lo que toca imitar de los países latinoamericanos es la lucha contra políticas impuestas des de los mercados financieros.

    Ahora, como bien dices, se ha demostrado y es patente, el agravio histórico que existe entre Europa y los países colonizados. Recuerdo aquella frase de Luis de Sebastian, hablando de África como «el pecado de Europa». Así es. Para ello desde Europa, sólo podemos pedir el más humilde de los perdones.

    Y como dice Ellacuría, ir caminando hacia una sociedad de la sobriedad compartida.

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