Jesús Sanz. Ahí van algunos breves apuntes telegráficos para pensar tras lo visto en la manifestación del pasado sábado de Madrid convocada por los sindicatos y más de 200 organizaciones sociales.

1) Sobre las formas de acción colectiva elegidas en el 15S. En la puesta en marcha de esta convocatoria las organizaciones sindicales decidieron innovar respecto a otras acciones anteriores.  Primero en la forma de convocar la manifestación. Ésta fue precedida por la formación de la denominada “Cumbre social”, un espacio de convergencia entre múltiples  organizaciones con el fin de constituir un bloque social de oposición frente a los recortes que fue, a su vez, quién se encargo de convocar la protesta.

También se innovó en la forma de realizar la protesta. Esta vez diferentes marchas que salían desde diferentes lugares de Madrid confluyeron en la plaza de Colón. Además, las diferentes mareas (blanca por la sanidad, naranja por los servicios sociales, verde por la educación, negra del funcionariado) tuvieron un papel activo en la marcha hasta sumar junto a otros colectivos una suerte de marea multicolor. Sin duda, en algunas características de la convocatoria se veía la influencia de las formas de movilización del 15M como en la marcha en diferentes bloques que confluyen en un mismo punto, en las diferentes “mareas de colores” que se han ido extendiendo con el tiempo, o en la apelación a la participación de diferentes actores que están en diferentes posiciones sociales (frente a la identidad de trabajador, se insiste en el concepto de ciudadano y en la defensa de los servicios públicos).

Sin embargo, en la convocatoria también había algunas diferencias respecto a otras movilizaciones previas. Así, la invitación a participar en la Cumbre Social se vehiculó a través de colectivos y no a través de una convocatoria abierta en la que se las adhesiones fuesen de forma individual, a la vez que los discursos finales de la marcha correspondieron a los líderes sindicales y el mensaje que se pretendía hacer llegar a la sociedad estaba cuidadosamente calculado. Por último, otro aspecto novedoso en las formas de acción colectiva utilizadas residiría en la posibilidad barajada –está por ver si se convocará-, de convocar una suerte “huelga general ciudadana” que vaya más allá de las huelgas laborales “clásicas”, y que afecte a otros ámbitos como el consumo u otras actividades sociales. Si bien, no se sabe si está acción se materializará, el mero hecho de que se plantee como posibilidad por parte de las centrales sindicales mayoritarias (aunque ya ha habido algunas experiencias de este tipo convocadas anteriormente por diferentes colectivos) supone un hecho bastante novedoso.

2) Sobre la composición de los participantes. En la marcha estaban sobre todo los sectores donde el sindicalismo tiene más presencia así como los trabajadores de los servicios públicos más afectados por los recortes. Sin embargo,  aunque el lema elegido (“¡Vamos! Quieren arruinar el país”) y la convocatoria a través de la Cumbre Social apelaba a la movilización de amplios sectores de la sociedad (ese 99% al que aludía Occupy Wall Street), en la movilización estuvieron menos representados otros sectores muy golpeados por la crisis como los jóvenes, la población inmigrante u otros sectores precarios. Sin duda, esta cuestión está relacionada con la fragmentación existente en el mundo del trabajo, una segmentación que, a su vez, dificulta la identificación de los sujetos en torno a una identidad colectiva compartida dada la pluralidad creciente de situaciones sociales que pueden darse respecto al mundo laboral (becario, desempleado, autónomo, trabajador precario, etc.. Además, buena parte de estos sectores precarizados en múltiples ocasiones hace tiempo que dejaron de ver a los sindicatos como un referente propio.

En ese contexto, el llamamiento a construir un bloque social de resistencia frente a las políticas de recortes que vaya más allá del mundo laboral supone un primer paso para tejer alianzas amplias con el conjunto de la sociedad ante la gravedad de la situación, algo que se antoja necesario.

3) El reto de la “europeización” de la protesta. Aunque apenas ha tenido eco mediático, el mismo día que se producía la manifestación de Madrid, en numerosas ciudades portuguesas tenían lugar importantes movilizaciones como protesta por las últimas medidas de ajuste tomadas por el gobierno luso. En Lisboa, algunos medios hablaban de la manifestación más grande en los últimos 30 años. De la misma forma, las protestas continúan sucediéndose en los últimos meses en otros países como Grecia e Italia.

Sin embargo, aunque todas estas protestas están basadas en un problema común (las políticas de recortes, el retroceso en los derechos sociales y la aplicación de políticas de ganancia de competitividad a través de medidas que fomentan la devaluación salarial) hasta ahora no se ha podido consensuar una agenda común de movilizaciones a nivel europeo o, al menos, dentro de los países más castigados por la aplicación de estas políticas. Sin duda, en este punto las organizaciones sociales tienen un formidable reto para el futuro: la necesidad de crear en el espacio europeo un nuevo marco de acción compartido. Y es que, si buena parte de estas políticas son impulsadas desde la “troika” europea (FMI, BCE y CE) parece razonable que debe ser en ese mismo marco donde se deben organizar las resistencias más allá de las dinámicas nacionales propias. Como señala Boaventura de Sousa “los movimientos y las organizaciones sociales de toda Europa tendrán que articularse para demostrarles a los gobiernos que la estabilidad de los mercados no puede construirse sobre las ruinas de la estabilidad de la vida de los ciudadanos y sus familias”.

4) La petición de un referéndum sobre los recortes. Con la convocatoria de la manifestación se quería escenificar una petición muy concreta al gobierno: la petición de una convocatoria de referéndum sobre los recortes sociales. De nuevo con esta petición emerge una cuestión que se está manifestando cada vez con mayor virulencia: la crisis de la representatividad, el desplazamiento de los centros de poder fuera de los espacios de decisión política (y en múltiples casos, fuera del marco del Estado-nación) y, sobre todo, la ausencia de mecanismos de control por parte de la ciudadanía sobre decisiones cruciales que afectan a la vida diaria.

En este sentido, parece que el voto de las últimas elecciones se ha convertido en una suerte de cheque en blanco legitimador de todo tipo de medidas que no han sido sometidas a ningún tipo de refrendo ciudadano y que no figuraban en ningún programa electoral, por no hablar de la forma en que muchas de estas medidas se han tomado (en lo que va de legislatura se han producido más de veinte decretos-leyes con la consiguiente ausencia de debate de estas medidas en el Parlamento). Y todo esto no hace más que aumentar el hastío y la desafección creciente hacia la política y los políticos.

En definitiva, algunos apuntes para pensar, reflexionar y seguir su evolución en un contexto social complicado y en un otoño que no sabemos si será “caliente” en la calle.

Imagen extraida de: Tercera Información
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Amarillo esperanza
Anuario 2023

Después de la muy buena acogida del año anterior, vuelve el anuario de Cristianisme i Justícia.

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Profesor de Antropología Social en la Universidad Complutense de Madrid.  Sus líneas de investigación están relacionadas con los movimientos sociales, las migraciones, el vínculo entre migración y desarrollo, y el consumo responsable. Es miembro de diferentes organizaciones y movimientos sociales relacionados con el consumo responsable, la soberanía alimentaria y el movimiento ecologista.
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