Martin Maier. [Europeinfos] «Ha bajado el telón, pero todas las preguntas siguen abiertas». Esta cita de Bertolt Brecht resume de forma certera cual es la situación después del referéndum en el Reino Unido del 23 de junio.

Por un estrecho margen del 51,9%, el Reino Unido votó a favor de abandonar la Unión Europea. Si tenemos en cuenta que la participación fue del 72% del electorado, eso significa solamente el 37% del total de personas con derecho a voto, y aún con una mayoría de votantes jóvenes partidarios por permanecer en la UE. Estas cifras hablan por si solas de los problemas asociados con el referéndum. Quizás unas elecciones generales anticipadas con un claro posicionamiento de las partes en lo que se refiere a “Brexit” podría ofrecer alguna solución.

En las semanas previas al referéndum, el drama de la campaña se desarrolló con un mal guión. Los euroescépticos partidarios de la salida utilizaron mentiras dirigidas sobre todo a agitar el odio populista contra refugiados e inmigrantes. Se habló por ejemplo, de que el Reino Unido entregaba cada semana a Bruselas más de 350 millones de libras, una suma que de ganar el Brexit se invertiría en el Servicio Nacional de Salud británico. El líder del UKIP, Nigel Farage, ya dimitido, admitió el día después del referéndum que este mensaje había sido “un error”. Otro argumento era que en un futuro cercano, Turquía se convertiría en un Estado miembro de la UE y que por lo tanto, el Reino Unido recibiría una oleada de inmigrantes turcos.

Una muestra de hasta que punto se había forzado el guión fue la salida precipitada del escenario de los principales protagonistas, una vez se anunciaron los resultados. Además, el referéndum dejó una nación dividida: el norte contra el sur, el joven contra el viejo, los pobres contra los ricos… Y la confianza, el activo más importante en política, hecha añicos.

Todo este “drama” político asociado al Brexit contrasta con la concepción cristiana de que la política debe servir al bien común. Este tipo de planteamiento estuvo representado por la diputada laborista Jo Cox, asesinada en la calle por un fanático días antes del referéndum. Jo Cox había entrado en política con el fin de servir a las personas. Había trabajado durante diez años para la organización benéfica Oxfam, una organización internacional comprometida en hacer del mundo un lugar más justo. Había trabajado sin descanso por los refugiados y por la permanencia del Reino Unido en la UE.

Inmediatamente después de la muerte de su esposa, Brendan Cox aún tenía fuerzas para pronunciar estas maravillosas palabras: “en este momento ella hubiese querido dos cosas por encima de todo: la primera que a nuestros preciosos hijos no les faltase el calor del amor, y después, que todos permaneciéramos unidos contra el odio que la mató. Porque el odio no tiene credo, raza o religión; es solo veneno”.

Antes del referéndum y durante la campaña, las iglesias católica y anglicana se habían manifestado claramente a favor de que el Reino Unido se quedase en la UE. El cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster, hizo referencia a la larga tradición de la cristiandad y del catolicismo en prevenir la división y en trabajar en pro de la unidad. Por esta razón la Iglesia Católica había apoyado desde siempre el proyecto de la Unión Europea. Patrick Daly, ex secretario general de la COMECE, también se había pronunciado claramente en Europeinfos en favor de la permanencia del Reino Unido en la UE.

Uno de los principios de la filosofía social cristiana es que el todo es mayor que la suma de sus partes. El Papa Francisco lo ha convertido en uno de sus principios rectores. La mayor desgracia imaginable que puede suceder dentro de una comunidad eclesial es un cisma – la separación de un grupo del resto de miembros de la misma comunidad. Así es como se pueden describir los resultados del referéndum del Reino Unido, si realmente se acaba produciendo la salida de la UE este país. Desde tiempos del apóstol Pablo, la Iglesia se ha visto a sí misma como un cuerpo vivo con numerosos y diferentes miembros. Siguiendo esta imagen, el cisma significa que la pérdida de un miembro deja tras de sí una herida y un cuerpo debilitado. Por supuesto hasta aquí llega la analogía con el Brexit. Incluso separado del “cuerpo” de la UE, el Reino Unido seguirá siendo un país viable. Pero la pérdida es obvia para ambas partes.

En el transcurso de la historia de la Iglesia, ha sido posible curar cismas y escisiones. Pero esto ha requerido siempre de prolongadas negociaciones, de acercamiento y compromiso. Queda pues la esperanza de que incluso esta escisión entre el Reino Unido y la UE se pueda algún día superar.

Brexit

Imagen extraída de: Pixabay

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2 Comentarios

  1. Veo un poco forzado decir que «es cristiano» querer formar parte de la UE. De buen seguro que Jo Cox era una buena cristiana. Pero sin duda alguna entre los partidarios de la salida de la UE también los hay, de buenos cristianos. Y también entre los que ni fu, ni fa.
    A mi, personalmente, de nada me sirve el simbolismo de las jerarquías anglicana y católica romana tomen como partido la querencia de pertenecer al «selecto» grupo de la UE (son, esas jerarquías, representantes del poder corrupto, ni más ni menos).
    Creo que la UE es un buen ejemplo de los pies de la estatua soñada por el rey Nabucodonosor de Babilonia (en Daniel 2): pies en parte de barro cocido y en parte de hierro, donde la mezcla [y la unión] es imposible, se pongan como se pongan los Nabucodonosores de turno…
    Y eso que, tradicionalmente, la iglesia católica romana ha trabajado por la unidad de los cristianos suena a chiste fácil o a broma de mal gusto. Una patraña, ¡vamos! (dicho con todos los respetos… para los cristianos muertos y perseguidos por el romanismo y sus muy numerosos tentáculos).
    Atentamente

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