Jaume FlaquerLa cuestión del papel público de la religión (¡y ya tenemos que hablar de religiones, en plural!) es también uno de los elementos ante el que los partidos políticos van a tener que tomar postura en sus programas electorales. Quizás algunos creían hace unos años que su importancia iría disminuyendo, pero lo cierto es que la resistencia eclesial a abandonar “los primeros puestos” de la plaza pública y el crecimiento de religiones que reclaman su lugar en esta ágora, pone la cuestión religiosa en plena actualidad.

Precisamente porque cada país europeo tiene su historia y sus “mitos fundacionales”, cada uno percibe, problematiza y “siente” de manera diferente la visibilización pública de la religión. La respuesta a esta cuestión que relegaría lo religioso al ámbito estrictamente privado para construir una esfera pública neutra y pura es enormemente simplista, puesto que las comunidades humanas que comparten una fe y unos ritos son también asociaciones públicas que, como tantas otras, solicitan subvenciones y reconocimiento público, y a veces, incluso legislaciones conformes a su manera particular de ver la justicia.

En Francia, la nueva irrupción de lo religioso ha puesto en jaque el dogma de la separación de la religión y el Estado consagrado en 1905. La opción política ha sido legislar en esta dirección contra la visibilización de signos “religiosos ostentosos” (velos, kipás y grandes cruces) en las escuelas y a favor de la prohibición del velo integral en todo espacio público. Sin embargo, actuando de manera “herética” contra este dogma, se ha empeñado en guiar y diseñar desde el ministerio del interior el modo de elección (o mejor, determinación) de los representantes de la comunidad musulmana. Incluso ha planteado también, y realizado en no pocos casos, la concesión de ayudas a la construcción de mezquitas para controlar su ideología.

En la tradición anglosajona se vive de manera menos problemática, incluso el velo integral. La separación de la religión y el Estado se vive fácticamente a pesar de que la reina de Inglaterra sea la cabeza de la Iglesia anglicana. El nivel del debate se sitúa en torno a peticiones de leyes “confesionales”. Los motoristas sikhs, por ejemplo, obtuvieron la exención de llevar casco.

En países como Alemania se vive con naturalidad la subvención pública a las religiones mediante los impuestos, pero se debate la prohibición del sacrificio halal o kosher por el sufrimiento de los animales. En otros países, como Holanda o Austria, después de grandes reconocimientos de los derechos religiosos de los inmigrantes, el aumento de la extrema derecha está cambiando el debate.

En España seguimos un modelo mixto con tendencia progresiva al tipo de laicidad a la francesa. La secularización de la sociedad y la mala gestión del poder por parte de la Iglesia indican esta tendencia. Antes o después el mundo político decidirá romper el Concordato para adaptarse a la realidad social del país. Si esto será así, ¿por qué la Iglesia es incapaz de adelantarse para retirarse ordenadamente? ¿Por qué no pactar, pues, para hacerlo ordenadamente y en seguridad? Por pactar, me refiero solucionar de una vez por todas la cuestión de la financiación y la cuestión de la clase de religión en la escuela pública. Aquel “cuius regio eius religio” de Westfalia (a cada rey, su religión) se ha traducido aquí: “a cada partido su ley educativa” y su modelo de clase de religión, con el consiguiente mareo de leyes y contra-leyes.

La Iglesia debería situarse ya “en otra perspectiva”. Esta otra perspectiva es ya una realidad social en el País Vasco y sobre todo en Catalunya. Quizás así la Iglesia recuperaría el carácter profético de Jesús de denuncia de todo sistema corrupto sin identificarse con ninguno: “mi reino no es de este mundo.”

Pero, contrariamente a lo que se podría pensar, están aumentando los centros de culto y las manifestaciones religiosas. Desde el poder público debería entenderse lo religioso como un ámbito cultural más. De esta manera se vería de manera más normalizada. ¿Por qué las entidades religiosas dependen del Ministerio de Justicia? ¿Es para controlarlas como si se tratase de una cuestión de orden público? ¿O bien es por la tendencia de lo religioso a influir en el derecho?

De hecho, igual que cada asociación cultural hace sus manifestaciones artísticas o sus reclamaciones, también las religiones piden espacios públicos para procesiones o para rezar en Ramadán. Se ocupa la calle en los encierros de San Fermín, en el día del orgullo gay, en la rua del Barça cuando gana y en las procesiones de Semana Santa de Sevilla. Desde el punto de vista político, ¿por qué poner trabas a una oración musulmana y no a las sardanas?

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Imagen extraída de: CONAPRED

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Anuario 2023

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Jaume Flaquer
Jesuita. Profesor en la Facultad de Teología de Granada (Universidad Loyola) y director de su Cátedra Andaluza para el diálogo de Religiones (CANDIR). Licenciado en filosofía por la UB. Licenciado en Teologia por el Centro Sèvres de París. Doctorado en Estudios Islámicos por el EPHE (Sorbona de París) con una tesis sobre el místico sufí Ibn ´Arabî. Ha realizado largas estancias en la mayoría de países islámicos del Mediterráneo, especialmente en Egipto (3 años). Ha publicado con Cristianisme i Justícia en su colección Cuadernos CJ Fundamentalismo (mayo de 1997), Vidas Itinerantes (diciembre de 2007) e Islam, la media luna… creciente (enero de 2016), así como diversos Papeles CJ como «Coronavirus: una sola humanidad, una común vulnerabilidad» (mayo de 2020) o «Palestina: la reivindicación imposible» (junio de 2021), entre otros.
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2 Comentarios

  1. La Facultad de Teología de Cataluña ¿una baza electoral? Produjo vergüenza ajena la presentación del «pensamiento» de Pujol (menos mal que no la «acción») en la Facultad de Teología nada menos que por el Presidente purpurado de la misma. Un pensamiento racista, políticamente remendado por razones fácilmente imaginables y cuantificables.

    Ahora Flaquer, y Mora en el Full Parroquial, convergen en singularizar la «peculiaridad catalana» en la Iglesia de Cristo. ¿Convergencia casual o martilleo consciente? Ambos de la Facultad de Teología de Cataluña, al unísono. Por supuesto, los dos en catalán, aunque el segundo apellido de uno de ellos sea García, como procede rutinariamente en el nomenclátor del Principado, y otro escriba en un medio de una diócesis mayoritariamente castellanohablante. ¿Será esa la singularidad de la Iglesia que se quiere catalanista? De hecho, en la parroquia a la que asisto tenemos, por ejemplo, el curso bíblico en castellano (no hay habitualmente ningún catalanoparlante; excepcionalmente, uno al máximo). Por supuesto es gente cuyo nivel de formación cristiana está por encima de la media en Cataluña.

    Vienen tiempos duros, de enfrentamiento cada vez más claro, cada vez más bronco.

    ¿No tiene ninguna responsabilidad la Facultad de Teología de Cataluña? ¿Por qué no enseña la doctrina iusnaturalista de la Iglesia sobre la separación unilateral de la parte de un todo secularmente cementado? ¿Por qué, cual doctrinos obedientes al toque de rebato están derramando tinta de calamar sobre peculiaridad de un kahal de Yahvé, de un ekklesia que sólo existe en su obsesión pagana?

    La religión es baza política. Baza política utilizada pro domo usa por la Facultad de Teología de Cataluña.

  2. José M.,
    todo el comentario sobre la facultad de Catalunya, lógicamente no viene a cuento aquí. No le puedo contestar a sus impresiones sobre los actos que menciona porque no asistí. Tampoco leí el artículo que menciona.
    Respecto a la mención de Catalunya y el País Vasco, no era mi intención situarlos como ideal, y mucho menos como ideal evangélico. Sería un maniqueísmo insoportable decir que un lugar de España la Iglesia vive el ideal de Cristo y en otra no. Me refería simplemente a que la situación de secularización de las esas dos sociedades (sumando la tradición republicana, anarquista, etc. de Catalunya) ha ido expulsando a la Iglesia del núcleo duro como referente político. Aunque lógicamente, es una institución, que por el peso de sus instituciones educativas y sociales, continúa siendo un referente.
    Y además, en el debate sobre el futuro de Catalunya, ciertos grupos piden una definición política de la Iglesia.
    Lo de «los dos en catalán», no sé a qué se refiere. Este blog publica en castellano y en catalán, y la versión original de mi artículo ha hecho los honores a mi segundo apellido.

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