Josep Cobo. [La modificación] El hombre es fácilmente seducido por el poder. El poder doblega. El poder puede. El poder es fascinante. El poder es, en definitiva, divino. De ahí que los hombres deseen estar del lado del poder. Pero de ahí también que la filosofía sea esencialmente atea. Pues desde sus orígenes el filósofo es aquel que no reconoce el poder del dios, el poder que sin solución de continuidad se transfiere al tirano. El filósofo ha aprendido al liberarse del temor y, por tanto, de la tiranía. El tirano podrá doblegar el cuerpo de Sócrates, pero no su alma. Lo extraño y desconcertante para el filósofo fue que apareciera un Dios que estuviera del lado del débil, un Dios cuyo poder se revelase en la debilidad, un Dios paradójico. Ahí se hizo posible el espejismo de una filosofía que hubiera de tener en cuenta a Dios. Ahí Dios cogió al filósofo con el pie cruzado. Fue necesario el esfuerzo de los siglos, para que el último teólogo dijera aquello de que un Dios que muere en la Cruz no podía revelar otra cosa que a Dios como la máscara del Silencio, como el encubridor de la nada. O, por decirlo con otras palabras, que un Dios que se deja humillar de tal modo no puede ser en verdad un Dios.

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Imagen extraída de: Emboscado

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Amarillo esperanza
Anuario 2023

Después de la muy buena acogida del año anterior, vuelve el anuario de Cristianisme i Justícia.

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Es licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona. Desarrolla su carrera docente en el Colegio de San Ignacio-Sarrià, donde imparte clases de historia de la filosofía. Su trabajo intelectual se centra en la necesidad de recuperar la dignidad epistemológica de la tradición cristiana sin caer en el antiguo fideísmo y en constante diálogo con, por un lado, la crítica moderna de lo trascendente, en particular la que encontramos en los escritos de Nietzsche, y, por otro, con las tendencias transconfesionales vigentes hoy en día. Escribe diariamente en el blog La modificación. Es miembro de Cristianismo y Justicia, donde, desde hace varios años, imparte cursos sobre la significación y vigencia de la fe cristiana. Es autor de Dios sin Dios (con Xavier Melloni), Fragmenta, 2015 coeditado por Cristianismo y Justicia.
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12 Comentarios

  1. El poder no es divino por la simple razón que un dios dominante solamente puede ser opresor y ese dios simplemente fuera una proyección humana.

    La imagen contraria de Dios es igualmente humana. Cualquier imagen de Dios, cualquier descripción de los divino es pura imaginación y por lo tanto falsa. La verdad no puede ser aproximada. En ciencias las aproximaciones son precisamente admisiones de desconocimiento, reconocimiento del área de lo aún desconocido.

    Jesús parece que pudiera ser una especie de reflejo i imagen virtual de Dios aunque fuese un ser humano perfectamente histórico.

    El poder debiera ser estrictamente humano aunque ningún ser humano puede tener ni saber qué sea el poder absoluto excepto en la medida que sea hegemónico pero siempre puede ser derrotado porque nadie puede tener un poder absoluto definitivo.

    Esta reflexión del autor es hermosa pero es inútil e insignificante. El ser humano no debiera tener que preocuparse por explicar o describir a Dios. Tiene a Jesús si es cristiano o a cualquier otro modelo y solamente tiene que actualizar ese modelo pasado en sus circunstancias actuales y saber que a su muerte ocurrirá lo que no puede anticipar totalmente. La vida no es un proyecto individual humano es un proyecto natural que nadie es capaz de iniciar por sí mismo/a y que, en cambio, si la tendencia actual continua, podrá poner fin al mismo cuando ya no pueda justificar su continuidad dignamente, decorosamente (no digo por orgullo o soberbia) sino porque sea incapaz de amar y servir. En efecto nadie es necesario y la vida es un regalo para todo el mundo excepto cuando la injusticia aparece en escena.

  2. ¿No será que caemos en la trampa de querer hablar (filosofar) sobre/de Dios y Su «poder» tomando como referencia de Él a la figura humana que nos llega de Jesús a través del Nuevo Testamento?

    Para poder reflexionar sobre ese poder incognoscible hemos simplificado a Dios en el «verbo hecho carne». El verbo en su sentido más literal. Romper esa simplificación, transformar el verbo en Verbo, implica reconocer nuestra limitación humana, trascender y desvestir de toda capacidad de seducción al poder; ese poder terrenal, prosaico y mortal.

    Desnudo el rey, sólo nos queda el conocimiento como absoluto y sin referente; aquello que otros llamaron iluminación o despertar. La fusión de uno mismo con la Unidad. Probablemente la fe del creyente no sea más que un atisbo intermitente de ese despertar.

    De ahí que el poder sólo pueda entenderse como sujeto de lo estrictamente humano. Es el poder deseado y el deseo y la divinidad son excluyentes.

  3. Hice hace no mucho una entrevista interesante a varios autores (filósofos y teólogos)respecto a la Iglesia, el poder, la posmodernidad, el Nvo Papa. Una de ellas anda ya pululando en la web de periodistadigital, «la religión del amor».

  4. El Poder solamente puede tener sentido y function desde el sentimiento de «falta de poder» porque de lo contrario careciera de sentido, no importa cunánto poder se tenga. Es la victima o la persona oprimida la que puede razonablemente desear el poder a fin de liberarse de la oppression. Como comenta el Sr. Navarro arriba el deseo de poder o de retención y utilización del poder es una experiencia puramente humana que solamente puede ser proyectada en la imaginación de lo divino. Por mi parte no puedo imaginar cómo puede ser la divinidad y a esa minima invención de una divinidad inimaginable no la puedo absolutizar y al final no encuentro otra opción que la de render mi soberbia al misterio que me rodea o me envuelve, por utilizer alguna metáfora para comunicar las ideas, y concebir la imposibilidad de hablar de la divinidad, ni en un sentido ni en el otro.

    El poder por su sola presencia egendra la division y en ese sentido fuera legítimo considerarlo diabólico y no es de extrañar que Jesús escogiera ser vívtima más que victimario, lo que sus seguidores no comprendieron, al menos la mayoría de ellos no lo comprendió. El haber escogido mantenerse en la situación del desposeido de poder y el haber introducido en la jurisprudencia humana el perdón como derecho inalienable e inviolable de la victima para terminar con la jurisprudencia de base retributive, forma una especie de coordenadas que le hacen un ser humano muy diferente y hasta sospechoso de quizás ser un poco más humano que ningún otro. Buda veía un valor utilitario en la compassion como vía para reducer el propio Karma. Jesús no esperaba recibir nada a cambio de dar la vida por sus amigos/as. Es esta renuncia radical al poder de cualquier forma la que le caracteriza y le hace especial. Es muy difícil reconocer esa forma de ser no solo en la curia y en la mayoría de los seglares (o laicos) católicos, sino en general. Muchas veces se allude a la pobreza de los religiosos pero lo cierto es que los religiosos no son pobres como los millones de personas que hay por el mundo que no tienen certeza ni siquiera del agua que pudieran necesitar en las próximas horas, mientras esperan la muerte.

  5. Cf. “La religión del amor” Cf. Entrevista a Andrés Ortiz-Osés por Jesús Lozano Pino, en Religión Digital, Meditaciones, 22.12.13 | 14:31. Como el Sr. Lozano Pino la mencionó, de ella entresaqué y reproduzco lo siguiente. Agradezco a Lozano-Pino que la haya mencionado y hago tres comentarios.
    JLP: ¿Son inversamente proporcionales poder y servir? ¿Cuáles son los signos de violencia-poder sobre la ciudadanía que aún se observan en los estamentos
    políticos? ¿Y en la Iglesia?
    AO-O: La potencia puede servir al otro, pero el poder se sirve del otro. El poder como violencia está en la supra estructura dirigente o gerente de la humanidad que la conduce inhumanamente, violentando tradicionalmente la base desde la altura, tanto en la sociedad civil como en la Iglesia. La clase dirigente no ha sido precisamente la clase diligente, sino negligente, respecto a la clase indigente,
    que es la humanidad sufriente. Por lo demás, nuestra sociedad humana se basa
    en el materialismo capitalista, cuyo principio es el acaparamiento y la rapiña, el
    latrocinio y el robo enmascarado del mercantilismo del mercantilista o
    mercantilisto.
    1. La violencia del oprimido—como reacción contra la del opresor, aunque sea poder violento—no es necesariamente injusta. Contrario a lo que supusiera una transposición literal de términos con la famosa ley de la Mecánica Newtoniana. Ningún otro ser humano tiene que actuar o puede hacerlo como Jesús y el/la oprimido/a tiene derecho a deshacer su opresión, e. d., a liberarse. Más aún le debe su liberación a su opresor/a, precisamente, por amor. Quien tolera la injusticia es injusto a su vez por esa misma razón porque se vuelve cómplice de ella. La violencia tiene demasiadas raíces neurológicas para ignorar que sea adictiva, condicionante en ambos extremos en el del/la victimario/a y la víctima. El discernimiento se hace imprescindible para juzgar cuando la línea que separa la lucha por la liberación de la venganza se vuelve demasiado fina, una vez que se haya logrado aquélla.
    2. La humanidad no puede ser “no-sufriente” ni puede ser solamente sufriente. En efecto no se sufre solamente en condiciones de indigencia aunque se sufra de modo peculiar en ese caso y posiblemente de manera más profunda y general. El sufrimiento, recurriendo de nuevo metafóricamente a la Mecánica Clásica, es a la adaptación o ajuste, en el vivir como fuera el calor a la fricción en el desplazamiento.
    3. Hay una sola forma de injusticia que es, después de Jesús, auténticamente cristiana. Me refiero a la injusticia del perdón que impide la retribución que, de otra forma, la Ley humana (política o civilmente hablando) necesita imponer para castigar el crimen. En efecto un juez no puede perdonar ante la evidencia de culpabilidad. Jesús, en cambio, exige a la víctima que perdone siempre (Mc 11, 25). Al victimario, por otra parte, le recomienda, como condición del seguimiento, que se tome la iniciativa de pedir el perdón (Mt. 5, 23-24). La reconciliación, una vez efectuado el perdón es condicional a la evidencia del arrepentimiento del victimario porque la justicia y la prudencia, en la antropología de Jesús van de la mano. (Mt. 10, 16).

  6. Al hilo de la problemática del poder aquí comentada (que en definitiva es hablar de Teología Política y Hermenéutica), aludo a la conclusión que hago en el capítulo 16: La tarea del creyente (en Dios, en la Democracia, en la Justicia), del reciente libro «Crítica y crisis de Occidente», de la Edit. Dykinson (Dic. 2013)=

    La tarea de los creyentes consiste en interpretar, junto a los no creyentes y a los hermanos de las distintas religiones, los signos del buen espíritu que sopla en el mundo y, dentro de la Iglesia católica, en la nueva fraternidad que Francisco propone recogiendo el testigo de Juan XXIII, aquel espíritu que conecta con la sabiduría espiritual de la paloma de la paz y el arco iris después del desastre, símbolos ineludibles de reconciliación entre el cielo y la tierra, entre teología y política.
    Dios y lo divino se dicen de plurales maneras, pero todas ellas tocadas y atravesadas por el amor, ese respeto que sólo el espíritu de la caridad es capaz de reconocer en el otro, justamente, como principio y destino. La filosofía de la historia no es una utopía fuerte, un imposible irreal, babélico e inalcanzable, divorciado de los avatares del común de los mortales. Las acciones comunitarias participativas (espirituales, asamblearias, políticas…) no han de ser tenidas como la droga del pueblo, sino el nuevo Pentecostés al servicio del hombre que habla un mismo y plural lenguaje comprendido por todos: el amor, la phylía griega cocida en el horno de los siglos.
    La caritas, esta “loca sabiduría” del amor tiene -como aventura siempre Oñate- en la noética racional griega una fuente posibilitante y determinante de la ontología hermenéutica (del ser que se da en el lenguaje y en las diferencias enlazadas). El papel del Nuevo Testamento, de la Buena Nueva, será el de una noética espiritual emancipadora en contraste con el Testamento añejo. Estamos hablando del paso del nacionalismo al universalismo, de la salvación del pueblo escogido (Israel) al universalismo verdadero del cristianismo (Libertad, Igualdad, Fraternidad). Es aquí donde se pone el límite-premisa para convivir entre humanos: la caridad, el perdón, la justicia, la esperanza creativa y creadora de sentido.
    El espíritu que anida en Jesús de Nazaret nos pertenece a todos, al pasado posible, al futuro presente.
    El espíritu acontece: Hoy, ante un mundo globalizado y capitalizado se abre paso la lógica de lo pequeño, la resistencia social, la política participativa, la democracia contrapuesta a poliarquía, la kénosis política. Como dice el teólogo Jon Sobrino, «el gran dato no es la globalización económica sino la globalización de la injusticia, la globalización de la exclusión». El lema “piensa globalmente, actúa localmente” se nos ha quedado pequeño. Debemos actuar local y globalmente, ya que la tecnología actual nos lo permite y debemos hacerlo: los problemas que afectan al mundo son problemas de todos, aunque diversos.
    Precisamente de estos grupos excluidos y débiles, dispersos y plurales, de estas piezas expulsadas por la globalización hegemónica que se impone, surgen los pequeños y diversos movimientos sociales de la actualidad. Si consiguiésemos conectar estas pequeñas piezas del puzle, estos retazos sueltos que configuran y representan el mosaico de la voz de los sin voz, entonces y sólo entonces podríamos unificar y dar valor de justicia a esta imparable pero ingrata globalización. Hay que conectar todos esos elementos eclécticos y plurales alternativos para elaborar una nueva política para todos, al servicio del hombre y la mujer, del pueblo; una política, una religión, una economía menos poderosa y pretenciosa, más sostenible, participativa, plural y justa.
    Aunque pudieran tener una vida y duración limitada, van generando una nueva visión de ciudadanía. Como venimos afirmando, la desmovilización-desmotivación es la táctica que emplea la política tradicional (“yo te represento a ti; tú descansa en paz”). Esta es utilizada por los gobiernos para romper y silenciar todas estas otras nuevas propuestas políticas que están emergiendo. Ellas, aunque débilmente, van señalando -quizá- la única posibilidad para regenerar local y globalmente las esperanzas de la ciudadanía. ¡Basta ya de violencias, que es la enfermedad de la historia! ¿Por qué no pasar a la acción colectiva, debilitada, mas no ineficaz? ¿Por qué no hacernos cargo de la realidad? ¿Por qué no cargar con la realidad postmoderna poniendo en marcha–sin dogmatismos-como dice Gianni Vattimo, un proyecto humano histórico-colectivo dialogando, escuchando, transmitiendo, disintiendo y aprendiendo?
    Tenemos una responsabilidad con nosotros mismos, con la humanidad y con los hijos de nuestros hijos, y esa responsabilidad consiste en mirar hacia dentro de nosotros para descubrir una inmensidad de posibilidades posibilitantes y plurales. La religión simple que Jesús nos propone (la del amor y justicia) adquiere un rango privilegiado, a pesar de ella misma, siendo capaz de abrazar, así, a toda la humanidad salvándola, no juzgándola, acercándose a ella.
    Pero nunca llueve a gusto de todos. La caritas posee su propio dinamismo interno: es, así, interpretada como buena noticia para unos y problema para otros. La proclamación de Jesús del Sermón del monte y la buena nueva del Magníficat provocan la alegría de los estigmatizados: pobres, enfermos y desahuciados y, al mismo tiempo, la crítica, represalias y ataques de los hartos, poderosos y representantes del Dios Poder-Verdad.
    Reinterpretando a T. Kuhn, difícilmente surgirá una religión libre, un sentido socio-espiritual vivificante y racional sin conflicto. Cuando los que están arriba no quieren o son incapaces de realizar los cambios necesarios, entonces si no hay evolución, es inevitable la lucha, la revolución. Esta se abre paso, a veces, de forma silenciosa pero evidente a través de los segmentos desgarrados de la sociedad que van siendo capaces de crear sinergias democráticas conectivas, a pesar del desprestigio político al que están sometidos por los que hacen de la política no un servicio sino un modo de poder o riqueza.
    No hay que olvidar que estamos celebrando medio siglo del Concilio Vaticano II. Si bien ha llovido mucho desde entonces en el seno de la Iglesia, aquella frescura de aire limpio y renovado, aquel sueño posible está aún por estrenar. Hubo y sigue habiendo frenos que se resisten contra el inevitable proceso hacia una comunidad de creyentes menos institucionalizada, más humana, universal y débil. Algunos ejemplos de fe y traducción consecuente la encontramos en la teología de la liberación, especialmente en América Latina. Han sido muchos los que han consumido sus vidas como velas, dando luz al pueblo, derrochando y gastando –al igual que Jesús- sus vidas por causa de la justicia y amor al hombre, por reponer la dignidad robada de su semejanza con Dios. Son aquellos que simplemente “cometieron el pecado” de hacer posible el “aggiornamento” y la tercera edad espiritual que ya preconizara Fiore.
    Hablar de caritas es hablar de amor y justicia, de solidaridad y respeto a las diferencias, de defensa de los débiles debilitándose, hermanándose. Hay señales. Rastreemos esos retazos, futuros ya presentes, posibles diversos, a pie de calle y a través de la sociedad tecnológica cuando, en contracorriente, se pone al servicio de la mujer y del hombre, y apunta hacia una nueva democracia mucho más plural, integradora y participativa, más bella, donde nadie quede al margen del precioso y posible presente.
    Los perdedores de la globalización están gritando con voz plural y unísona: conectémonos. Divisemos los referentes actuales, las voces que se levantan proponiendo un discurso, una religiosidad laica y una política de construcción ciudadana, democrática y real. Muchos signos están sobre la mesa pidiendo respuestas…Esta es la tarea de los ciudadanos responsables y creyentes en la democracia: saber converger, dejar hablar para que esto que está naciendo no se olvide ni se silencie por la peor de las imposiciones: la violencia del ignorar y mirar hacia otro lado.
    Unamos todos estos horizontes: los bíblicos, teológicos y políticos que asisten nuestro mundo actual y postmoderno. Si lo logramos, conseguiremos interpretar, «dejar hablar lo no dicho del pasado, el bien que no está dado, el que tiene que poder venir si encuentra algún lugar adecuado donde poder acontecer». Si es así, podremos disfrutar de un genial tapiz. Tenemos todas las piezas del puzle sobre el terreno. La tierra prometida es esta…aquí y ahora. La política, la religión y la razón siguen vivas, pero tienen un límite: ¡sólo la cáritas podrá salvarnos!
    Qué así sea….si Dios quiere….y nosotr@s también!
    Jesús Lozano Pino.

  7. Tras de este comentario de Lozano Pino me parece difícil añadir algo. No obstante, mirando al comienzo es imposible no detenerse en los dos siguientes momentos: “Al hilo de la problemática del poder aquí comentada (que en definitiva es hablar de Teología Política y Hermenéutica”… “La tarea de los creyentes consiste en interpretar, junto a los no creyentes y a los hermanos de las distintas religiones, los signos del buen espíritu que sopla en el mundo y, dentro de la Iglesia católica, en la nueva fraternidad que Francisco propone recogiendo el testigo de Juan XXIII, aquel espíritu que conecta con la sabiduría espiritual de la paloma de la paz y el arco iris después del desastre, símbolos ineludibles de reconciliación entre el cielo y la tierra, entre teología y política”.
    1. ¿No parece demasiado singular la tarea? Tan pronto como algo es interpretado es reducido a conceptos, ideas, palabras y desde luego se suceden los gestos… ¿Es eso posible con algo misterioso como el movimiento del Espíritu según se le atribuye a Jesús en Juan 3, 8, por ejemplo?
    2. Respeto a Francisco, pero no veo que pueda apartarse de las garras del ambiente, aunque se haya establecido a Casa Santa Marta y aunque haya creado un discurso de contenido bastante propio y, que algunos de sus gestos le distingan…pero Francisco parece tratar de sostener más que cambiar una organización que hace mucho que no responde a los Signos de los Tiempos que Juan XXIII y los Obispos dijeron creer ver hace 50 años y algunas cosas le han marcado malamente: Firmar una primera carta escrita por otro que había prometido callar y retirarse pero no pudo evitar abrir el pico de todas formas y hacerlo inútilmente. Además, la canonización de Juan Pablo II y la impunidad del Cardenal de Cracovia le han sido tan perjudiciales como los escándalos de estos últimos catorce años lo fueron a la credibilidad de la Iglesia Toda sumados a la proliferación de la gestión empresarial o profesional de tantos seglares que nos llamamos católicos y somos más atentos al horóscopo que a los auténticos signos del Espíritu. Llamar a Ratzinger el abuelo no va a cambiar las cosas.
    3. Además los seglares seguimos siendo tratados como borregos. Últimamente algunos cardenales, obispos y curas se han abrogado el derecho de contradecir la línea sancionada por el Papa consistente en una cierta apertura a la conversación tal y como la propusiera el cardenal Kasper y tampoco ocurre nada pero los seglares en las diócesis no son consultados a ningún nivel ni sobre el matrimonio, el divorcio y los sacramentos ni sobre la familia en general. ¿Qué es lo que se puede interpretar si no hay el foro en el cual siquiera describir los signos que se reconozcan desde los diferentes ángulos y, sobre todo, desde abajo, donde ocurre realmente la experiencia actual de la vida familiar?
    4. Está bien que se definan las tareas pero eso parece otra vez sin sentido cuando la efectividad no es una cualidad universal del “ser Iglesia” al menos en el campo de la toma de decisiones. Pensando en Francisco y sus discursos incluyendo su Evangelii Gaudium. Es difícil no recordar la oncena tesis de Marx sobre Ludwig Feuerbach que Engels publicó póstumamente.

  8. Como afirmo en el apartado de agradecimientos de mi tesis que, precisamente trata de debilitar las estructuras religiosas y socio-políticas, agradezco (enormemente):

    «-A todos los ateos, creyentes de cualquier credo y agnósticos que dieron su vida y gastaron sus días, quizá de forma anónima, por la misma causa de Jesús, aún sin saberlo. Por luchar contra la cultura de la muerte y hacer vida la “utopía débil” del amor y la justicia.
    -A la Iglesia, por entregarme a Jesucristo, el valor más preciado que tengo. Porque, a pesar de perderse tantas veces en el bosque del poder institucional, hace autocrítica, o al menos lo intenta (este blog es un ejemplo de ello, y como este espacio hay otros muchos…). Por habernos precedido alumbrándonos el camino para que hoy podamos “ver que no vemos”.
    -A Francisco y a toda la Compañía de Jesús, por acercarnos un poco el Reino e ilusionarnos.
    -A los que, no estando de acuerdo con mis interpretaciones, siguen resistiéndose a la tentación del pensamiento único como vía de armonización socio-política.
    -A tod@s vosotr@s que tenéis alma de navegantes y seguís abiert@s a la novedad: ¡Gracias por no tener miedo!»

    Existen muchas cuestiones aún en camino, otras -como bien afirma George R. Porta- ni en camino. Pero debo confesar que ando muy esperanzado por ciertos signos ilusionantes (ojo! y débiles) que se entrevee con el nuevo Papa Francisco, los movimientos sociales que gritan otro modo de hacer las cosas. ..Hay señales, hay semillas, pero no fructificados del todo. Es cierto! Ahora bien, no menos cierto que este espíritu que está soplando pide una interpretación plural y laica. La era del Espíritu es, de algún modo, la era de la fraternidad, de las no-castas (políticas, sacerdotales…). Hace falta cambiar las estructuras eclesiales para que sean más democráticas y participativas y espirituales, si por espirituales no entendemos algo divorciado del día a día, de lo cotidiano, de Nazaret.

    Lo único que podrá liberar nuestro planeta es el mensaje de Jesús, el del Sermón del monte, que Gandhi tanto admiraba pero que recelaba en su traducción histórica cuando afirmaba que le gustaba Cristo pero no sus seguidores porque no se parecían mucho a Él. La única verdad, si podemos hablar de verdad, es el amor. Dios es misericordia. Habrá que bajar a Dios de las nubes para que reine en la tierra. Muchos de los problemas entre ciencia y fe, guerras de religiones y credos son resultado de querer ser única fuente de verdad, lo cual conlleva ser única fuente de autoridad, única fuente de poder. Jesús lo tenía muy claro, no tanto sus apóstoles, sus más inmediatos sucesores y representantes del mensaje: “Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: « El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos» (Lc 9,35).
    Somos muchos los que hacemos una crítica a la línea doctrinal que mantiene, en concreto, la Iglesia católica respecto a la moral retrógrada, fuera del tiempo y vivencias del pueblo, que ha mantenido (¿mantiene?) el Vaticano. Cuando leo o, yo mismo, planeo por estas cuestiones no tengo más remedio que acordarme del chiste ese que decía que estaban en el cielo, en su inmensa gloria, la Santísima Trinidad y, entonces, aburridos de tanta paz, a Dios Padre se le ocurre la feliz idea de hacer un viaje juntos por algún lugar que pudieran rememorar algo importante. Entonces, el Padre decidió de ir a Jerusalén, pero el hijo se negó asegurando que allí lo clavarían. Después de largo tiempo de silencio y pensar cada uno dónde podrían ir, qué lugar podría ser, el Espíritu Santo levantó la voz y dijo: “¿Por qué no vamos a Roma, que por ahí nunca he estado?”
    ¿Nunca? un poco exagerada la respuesta, pero cierto que los chistes son sabiduría popular. Vienen a ser algo así como “el pueblo ha hablado”. Y “cuando el río suena…” Si Roma, el Vaticano, los obispos no levantan el pie del acelerador, irán directamente a chocar contra sus propias paredes. O está a tiempo y servicio real de las personas o se anquilosa como una especie de fósil prehistórico. El honor y la gloria, dice la Escritura, es para Dios, no para su Iglesia. Esto, parece que sí lo está entendiendo el nuevo Papa Francisco. Es pronto para confirmarlo, pero la senda abierta es, como poco, lúcida y humana, más evangélica que institucional. «Ahora nuestra salvación (la de tod@s, especialmente la de los pobres, si no renunciamos a nuestra tarea evangélica como Iglesia) está más cerca que cuando vinimos a la fe»

  9. No me puedo reconocer ilusionado, pero me allegro de poder errar que en estos casos es fuente de alegría. Quizás Jesús Lozano lleve la razón y al final me corresponda la alegría de tener que reconocer que he sido pesimista injustificadamente. Un abrazo cordial.

  10. Debo reconocerle que mi miedo es también el suyo,sólo quizá me arriesgo a avalar una nueva etapa mejor (precipitadamente?). Son dos caras de una misma moneda…cómo la vida y la muete…necesarias tenerlas en cuenta, valorar una u otra, pero ¡que no nos roben la esperanza mientras tanto!

  11. Estoy de acuerdo. Solamente queda esperar el lento movimiento de los días. Imagino la lentitud de la agonía de Jesús en el Huerto y después en la Cruz y la mía es nada comparativamente. Así pues, me sumo a la esperanza aunque sea un pelín precipitada. Un abrazo.

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