Cristianisme i JustíciaLos ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio son un plan convenido por Naciones Unides que tenía como fecha límite de consecución el presente año 2015 y que abarcaba «desde la reducción a la mitad de la extrema pobreza, hasta la detención de la propagación del VIH/SIDA y la consecución de la enseñanza primaria universal». José María Vera, director general de Oxfam Intermón, hace balance de los logros conseguidos y nos habla de los retos de futuro que se nos presentan en esta breve entrevista.

¿Qué logros, fracasos y contradicciones ha mostrado la Agenda de los Objetivos del Milenio clausurada en 2015?

La Agenda de los ODM ha tenido éxitos notables. En varias de sus metas y especialmente en algunas regiones y países. La pobreza extrema por ejemplo, el eje central de los ODM, se ha reducido globalmente a menos de la mitad, en más de 700 millones de personas. Lo mismo ocurre con otros objetivos como la reducción de la mortalidad infantil, reducida anualmente en 6 millones de menores de 5 años.

Sin embargo los logros son desiguales, entre objetivos y por regiones. Los mayores avances se producen en Asia, sobre todo en China y en menor medida en India. Por el otro lado, hay países de Africa Subsahariana donde apenas se consiguen algunas metas e incluso hay retrocesos. La escolarización primaria universal se resiste como lo hace la reducción de la mortalidad de mujeres en el embarazo y el parto.

Más allá de los resultados concretos, el mayor logro de los ODM ha sido fijar una agenda realmente global, medible, adaptable a diferentes contextos y con suficiente impulso político como para asentarse en numerosos países en desarrollo y ser la principal hoja de ruta de la Cooperación Internacional. A veces los ODM se han limitado a un ejercicio que combina la estadística con la retórica. En otros casos han conformado la base de planes de desarrollo municipales, nacionales y de organizaciones de todo tipo. Ha sido una agenda importante.

¿Cuáles son los principales retos de presente y de futuro a nivel del desarrollo global?

Los retos coinciden con aquéllos que apenas cubrieron los ODM o lo hicieron de forma insuficiente. Y que quedan reflejados mejor en la nueva agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Esta agenda no solo se centra en las consecuencias (la pobreza y sus manifestaciones) sino que va más y mejor a las causas y las aborda de forma integrada y conectada.

Considero que los principales retos globales son la desigualdad y la sostenibilidad, reflejada principalmente en el cambio climático. El tercero que destaco son los conflictos, aunque una parte de ellos están asociados –y lo estarán cada vez más- a los dos primeros. Y es que el acaparamiento de recursos es una injusticia que crece por minutos.

Las 60 millones de personas refugiadas o desplazadas dentro de sus países son el peor reflejo de estos tres males: la desigualdad extrema, el impacto del cambio climático y del uso de los recursos, y los conflictos. Hay que mirarlos de forma conectada, como lo hace la Agenda de los ODS. Y desde las personas y sus comportamientos. Quien evade impuestos, acumula riqueza, consume de forma desproporcionada recursos, se pone a salvo del cambio climático y asegura solo su propia protección y seguridad. Esas personas y las organizaciones en las que se amparan, sean multinacionales, bancos, gobiernos o cualquier poder, son quienes más daño hacen y harán a una agenda tan potente como la de los ODS.

Finalmente quiero destacar un reto que no queda recogido de forma suficiente en los ODS –con vagas referencias a la participación- y es el del cierre de espacios a la sociedad civil en muchos, demasiados, países. De todo color político y sistema de gobierno y en cualquier región. La voz crítica se cercena, en un contexto de desigualdad creciente, lo que es el mayor peligro para asegurar un adecuado seguimiento exigente desde la sociedad civil, de la agenda de los ODS.

¿Es la nueva Agenda de Desarrollo Sostenible un marco de actuación global esperanzador y positivo? ¿Qué aspectos cabe destacar?

Lo es. Comparte con su predecesora la de los ODM su carácter de agenda única global, fuerte en la lucha contra la pobreza en todas sus manifestaciones y medible a través de metas e indicadores adaptados a cada contexto.

Además, la agenda de los ODS mejora la de los ODM en los siguientes aspectos:

  • Va a las causas y no solo a las manifestaciones. Incorpora con más fuerza o incluso por primera vez, aspectos duros y sistémicos como la desigualdad en campos como la fiscalidad, el empleo, y el cambio climático. Asume por lo tanto el postulado clave de que o cambia el sistema económico global o no se lograrán las metas de reducción de la pobreza. Por ejemplo la meta de “Hambre cero” en 2030 será imposible si no frenamos el cambio climático y sus efectos.
  • Es universal. Esto es tal vez poco conocido y “reconocido” por los gobiernos de países desarrollados, empezando por el nuestro. Esta agenda ya no marcará solo nuestra cooperación internacional sino los planes nacionales en España. Todos los países, todos, deben lograr estas metas partiendo de los niveles en los que se encuentran hoy. El incremento brutal del número de personas que viven en pobreza o riesgo de exclusión social en España es el mejor ejemplo de la relevancia –y obligatoriedad- de esta agenda en nuestro país.
  • Es integradora. Los objetivos y metas son muchos, sí, pero se conectan, se “hablan” de manera que se puedan establecer las estrategias más adecuadas para complementar esfuerzos y no trabajar en silos sectoriales como ha sido el caso muchas veces.
  • Es más horizontal, aunque sin llegar a lo deseable. Su universalidad saca a la agenda del tradicional marco vertical de la ayuda al desarrollo, del que “tiene” al que “no tiene”. Los ODS además de ser para todos, resaltan los retos globales que tenemos que abordar entre todos, para la supervivencia y la dignidad de todos. Son retos de una complejidad y estamos ante un mundo donde la distribución de poder ha cambiado tanto, que resultan impensables esquemas tradicionales de “club de ricos” decidiendo por todos.

¿Cómo puede la ciudadanía implicarse en los necesarios procesos de transformación global?

De varias maneras, siempre que la dejen ya que como menciono, los espacios se están cerrando en demasiados países y la retórica de la participación es seguida de la práctica de la represión. Dicho esto, la implicación debería darse en:

  • Dar a conocer la agenda, participar de ella y sobre todo exigir que sea asumida de verdad, con todas las implicaciones que tiene y que afectan a políticas públicas, rol del sector privado, fiscalidad, modelo energético… Hay más riesgo con los ODS que con los ODM, de que fuerzas poderosas agüen la agenda o la lleven a su irrelevancia.
  • Aportando ideas, conocimiento e innovación desde la base, sacada de la experiencia de miles de organizaciones que trabajan en soluciones junto con las comunidades, barrios y colectivos, especialmente los más excluidos.
  • Exigiendo una financiación suficiente para que los ODS tengan visos de ser una realidad. Asunto que ha empezado con mal pie en la Cumbre de Financiación de Addis Abeba en Julio, con escasos compromisos en materia de financiación internacional y poco apetito para tomar medidas contundentes en la lucha contra la evasión y la elusión fiscal. Lo que requeriría de una autoridad internacional con dientes para poder frenar a los poderosos evasores.
  • Y apuntando a una renovada gobernabilidad global. La existente se ha quedado anticuada y corta para abordar retos de la dimensión de los planteados. Mientras tanto, seamos exigentes con la que tenemos.

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Imagen extraída de: Planeta Futuro

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