Daniel Izuzquiza. [3500 millones] Si nos preguntamos qué puede hacer el papa Francisco en la lucha contra la pobreza, quizá recordemos la pregunta escéptica que Josef Stalin solía formular, para despreciar el poder de la Iglesia en el mundo: ¿cuántas divisiones tiene el Papa? Pero es posible que también recordemos la intensa iniciativa diplomática vaticana y la exitosa jornada de oración por la paz en Siria, en septiembre de 2013, que jugó un papel no despreciable a la hora de frenar el ataque militar estadounidense contra el régimen de Bashar Al-Assad.

Así pues, ¿se trata de puros gestos, mera retórica, simple poder espiritual o simbólico… o realmente cabe esperar un efecto real en la vida real de tantas personas que sufren la injusticia? En mi opinión, hay varias acciones que el papa Francisco está haciendo y puede hacer para impulsar la lucha contra la pobreza en el mundo.

En primer lugar, visibilizar las víctimas de la injusticia, gritar ante el sufrimiento, no rehuir el dolor y su incomodidad, llorar junto a quienes lloran. Puede parecer un enfoque demasiado sensible o emotivo, pero se trata de un primer paso imprescindible, más aún en un mundo que tiende a ocultar el dolor, a “naturalizar” la injusticia y a anestesiar el sufrimiento. En este año, el papa Francisco ha situado a las personas empobrecidas en el centro de la escena global: recordemos su primer viaje fuera de Roma, a la isla de Lampedusa, con su grito desgarrador “¡Vergüenza!” ante el drama de las personas migrantes en situación irregular. Pero, entre otros ejemplos, también hay que recordar su visita el día de Jueves Santo al centro de menores infractores, a la favela Varguinha en Rio de Janeiro o el encuentro con el mundo obrero en Cagliari.

En segundo lugar, el papa Francisco ha denunciado con claridad y contundencia la situación de injusticia estructural en que vivimos. Por ejemplo, en su documento programático, la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, critica la economía de la exclusión y la inequidad, se enfrenta a las teorías neoliberales del “derrame”, combate la globalización de la indiferencia, reivindica la centralidad de la persona humana frente a la idolatría del dinero, subraya que la inequidad es una forma de violencia y apuesta por una política que, anclada en la ética, sea capaz de embridar a la economía del capitalismo global. Una economía que mata, denuncia con dureza el papa que, por tanto, reclama soluciones estructurales.

Un tercer rasgo es vivir con coherencia. La credibilidad del papa Francisco no viene sólo de la claridad de su mensaje, del carisma y cercanía personal, o de la nitidez de sus múltiples gestos de auténtica com-pasión ante los sufrientes y las víctimas de la injusticia. Además de todo eso, el mundo ha percibido su sencillez y ha valorado su estilo de vida sobrio. Ejemplos como el uso de sus viejos zapatos negros, el abandono del Palacio Vaticano o del papa móvil blindado, son otras tantas señales de que la lucha contra la pobreza y a favor de las personas excluidas exige también (al menos desde la óptica cristiana) un estilo de vida basado en la sobriedad compartida y solidaria.

Finalmente, la propia elección del nombre de Francisco, como modelo e inspiración, sitúa en el centro de su pontificado la preocupación por los pobres, el anhelo de paz, la armonía con toda la creación y la renovación evangélica de la Iglesia. No sólo ha dicho el papa, “¡cuánto deseo una Iglesia pobre y para los pobres!”, sino que al mismo tiempo ha dado pasos efectivos en esa dirección, mejorando la gestión y la transparencia de las finanzas vaticanas, e impulsando que estén cada vez más al servicio de los pobres y excluidos.

En definitiva, este primer año del pontificado de Francisco como obispo de Roma hacen ver la verdad de las palabras de Jeffrey Sachs, asesor especial del secretario general de la ONU sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio, quien afirma que la Iglesia católica “ofrece un camino único y crucial hacia una ética global del desarrollo sostenible”.

6a00d8341bfb1653ef01a51183c0c9970c-500wi

Imagen extraída de: 3500 millones

¿TE GUSTA LO QUE HAS LEÍDO?
Para continuar haciendo posible nuestra labor de reflexión, necesitamos tu apoyo.
Con tan solo 1,5 € al mes haces posible este espacio.

Amarillo esperanza
Anuario 2023

Después de la muy buena acogida del año anterior, vuelve el anuario de Cristianisme i Justícia.

Foto del avatar
Jesuita. Actualmente en Misión Almería, colaborando con el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) en la frontera sur. Ha publicado con Cristianisme i Justícia Revolución desde abajo. La política espiritual de Dorothy Day y Al partir el pan. Notas para una teología política de las migraciones. Ha formado parte del patronato de la Fundació Lluís Espinal-Cristianisme i Justícia.
Artículo anteriorEl futuro laboral es un país extraño
Artículo siguienteValoración del reglamento de los centros de internamiento de extranjeros (CIE)

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingresa tu comentario!
Please enter your name here